jueves, 15 de enero de 2015

¿Qué ha sido de Palmira?



Hace aproximadamente 10 años visité Palmira. Como otras muchas ciudades de la antigüedad, me atraía especialmente. La ciudad había permanecido allí durante siglos, destruida por el lógico paso del tiempo y los fenómenos naturales.

Hoy, después de conocer lo que todos conocemos, me pregunto si todavía continúa allí, al menos como yo la conocí.

Mis recuerdos ven una extensión árida, sin vegetación. Una extensión cubierta de columnas, una avenida en cuyo centro se encuentra un teatro, templos, tumbas, relieves. Al fondo de la gran avenida se levanta un montículo, árido como todo lo que lo rodea. En lo alto del montículo se alza un castillo. La vista desde allí es preciosa. En este momento la tengo en mi mente. Toda la ciudad de Palmira, y más allá el oasis, el palmeral de Palmira. El contraste del verde con el marrón.

Pero mis recuerdos no son sólo imágenes, también son sensaciones. Una de las mayores que recuerdo es el silencio, la sensación de paz.

Paseé en solitario por las ruinas a la hora del amanecer. Ví salir el sol, iluminar las columnas, sentií como el calor iba ganando terreno al frio de la noche en el desierto. El silencio a aquella hora creaba una sensación de paz increíble.

Recuerdo a un beduino que se acercó llevando de las riendas un camello. Me saludó y me regaló dos dátiles. Los comí allí, sentada sobre aquellas piedras que habían visto tanto, bañada por el sol que pronto sería difícil de soportar. Me tapé con el pañuelo palestino que llevaba. No lo hice porque estuviera allí, lo hice para protegerme del frío que todavía se sentía.

Me apetecía poner por escrito estos recuerdos. Saber que ahora la locura, la insensatez, la estupidez, el fanatismo, la sinrazón, han ocupado esa zona, me ha hecho preguntarme si Palmira seguirá ahí, si estará como yo la conocí; si algún día yo o cualquier otra persona podrá volver a disfrutar de un amanecer de ensueño. 

 ¡Qué hermoso es el mundo!, ¡qué bonita es la vida! No consigo entender por qué algunos idiotas no lo ven así y sólo desean destruirlo todo. ¿Por qué lo hacen?, en nombre de dios, dicen. Yo cada día me considero más atea, pero siempre digo y seguiré diciendo que si ese dios del que muchos hablan existe, no puede ser un dios sanguinario, no tiene sentido.

Sólo quería recordar Palmira, y escribir siempre me ha ayudado a ver más claro todo lo que pasa por mi cabeza.