Hace 12 años, un día como hoy 11
de septiembre, ocurrió una de las mayores barbaridades que el ser humano puede
llegar a tramar. Pero ese mismo día, el 11 de septiembre de 2001, hace 12 años,
ocurrió otro acontecimiento que a mí me apenó muchísimo. Ese día murió María.
María era una persona
extraordinaria, era una gran persona. Pero no una gran persona como tantas
otras que también lo son. María era muy especial, era algo único que yo tuve la
gran suerte de conocer y de disfrutar. Ella era un diamante. A su lado todo el
mundo se sentía feliz. Nunca, durante los años que estuve cerca de ella, la
escuche hablar mal de nadie, nunca la escuché criticar a nadie. Y tampoco escuché
a nadie hablar mal de ella porque eso era imposible. Era una mujer que nunca
pedía nada, pero lo daba todo. Ni siquiera durante los años en los que su
enfermedad la ahogaba, se quejó nunca. Ella sabía aceptar la vida tal y como
venía, y nunca se sentía desanimada por la adversidad. Y si se desanimaba,
porque María también era humana, nunca lo dejaba entrever para que nadie a su
alrededor se sintiera mal. Su muerte me hizo sentir un vacío como nunca desde entonces
he sentido.
María era mi suegra, y con ella
se fue la luz, pero en el firmamento brilló una nueva estrella sobre la que
ella estará sentada.
Te quiero María, 12 años ya pero
no te he olvidado
No hay comentarios:
Publicar un comentario