La vida
está hecha de pequeños momentos en los que compartir una copa con algún amigo,
volver a encontrar a personas a las que aprecias, y sentir su calor, su sonrisa
y su cariño, no tiene precio.
Ayer,
durante el día del Pilar, fui en busca de un amigo. Y me encontré con una
sorpresa.
Me gusta
salir, tomar unas cervezas, hablar con la gente, reír con ellos y sentir que la
vida es una maravilla cuando se puede compartir de esta forma. Hay unos cuantos
lugares donde soy habitual, por ellos, por la gente. Esas personas que están detrás
de la barra, y que se alegran al verme llegar, que me saludan y me preguntan
por la semana, que comparten conmigo unas horas donde todos somos un poco más
felices. Pero en algunas ocasiones, llegas un día y alguien falta. Esto es lo
que me ha pasado en varios momentos con Sebas.
Conocí a
Sebas hace ya algunos años, cuando era camarero en uno de los lugares que yo
frecuentaba cada fin de semana. Es una persona increíble, muy profesional, y
con una sonrisa siempre dibujada en su cara. El día que llegué como siempre, y
no lo vi, supe que ya no trabajaba allí, y me sentí muy triste porque ya no
sería lo mismo. Pero el destino quiso que pudiera conocer dónde se encontraba
entonces. Recuerdo su sonrisa cuando me vio entrar, y su pregunta: ¿qué haces
aquí?
_ He venido
a verte, me enteré que estabas aquí.
Y cada fin
de semana pasaba para seguir tomando algo juntos, y continuar compartiendo un
rato agradable. Así una y otra vez, porque siempre que no estaba terminaba encontrándolo, y allí
estaba yo, siempre detrás de Sebas.
Hacía unos
dos meses que le perdí la pista y no sabía nada de él. Pero ese destino que
siempre nos sale al paso, hizo que hace unos días encontrara en la calle a su
novia, y le pregunté por él. Me dijo dónde estaba, y yo como siempre fui en su
busca.
Cuando
entré en la pequeña calle donde se encontraba el local, tuve que mirar uno a
uno porque no había preguntado el nombre. Y de pronto, allí estaba él, de pie
en la puerta. Cuando me vio, su cara se iluminó con una gran sonrisa.
_ Sebas:
¡Hola, qué sorpresa!
_ Yo: Venía
buscándote, sabía que estabas en esta calle, pero no sabía dónde.
_ Sebas: ¿Y
cómo te has enterado esta vez?
_ Yo: Me lo
dijo tu chica, la encontré hace unos días.
_ Sebas: No
me ha dicho nada, pero me alegra verte. Como siempre, me has encontrado.
_ Yo: Ya
sabes que siempre te encontraré, y ahí estaré tomándonos nuestras cervezas.
_ Sebas:
Pasa, además vas a conocer a más gente, ya verás.
_ Yo: ¿Ah,
sí, a quién?
Y de esta
forma conocí Cancook Gastro. Dentro estaba Gonzalo, un camarero de Bilbao (del
mismo Bilbao), que trabajaba con Sebas cuando yo lo conocí. Y la sorpresa de
Gabi, el mejor chef argentino de Zaragoza. Gabi también trabajaba en aquel
primer lugar donde los conocí a todos ellos. Y ahora había decidido empezar por
su cuenta, abriendo el Cancook Gastro. ¡Qué más se puede pedir!, grandes
personas de nuevo juntos en un mismo lugar.
Me gustó
Cancook Gastro. Un lugar con un ambiente tranquilo, moderno, exquisito, con muy
buen gusto. La cocina de autor, con la mano extraordinaria de Gabi. La
presentación de los platos, su elaboración, el ambiente del lugar, me
atraparon.
Cancook
Gastro se encuentra en la calle Moneva, en Zaragoza. Un lugar céntrico, detrás
del Paseo Independencia, atravesando el pasaje Argensola. Una calle que se ha
renovado con locales de este tipo, sitios chic, con muy buen gusto. Muy
recomendable, y a partir de ahora uno de mis sitios habituales.
Invito a
todos aquellos que quieran conocerlo, a pasar por allí. Quizá podamos compartir
una copa uno de estos días, junto a mis amigos: Sebas, Gonzalo y Gabi.
No hay comentarios:
Publicar un comentario