sábado, 16 de noviembre de 2013

Los tres mendigos de Chueca



Ayer, entre todas las imágenes y noticias que giraban en torno a la situación en la que se encontraba Madrid por la huelga de basuras, llamó mi atención una que quiero señalar por lo que entiendo es una gran lección. Las cámaras recorrían Madrid, mostrando montones de basura acumulada en calles céntricas, invadiendo casi literalmente tiendas y negocios. Mostrando también otras calles no tan sucias, y oh casualidades de la vida, eran calles donde todos sabemos que no vive precisamente la clase media. Si es que todavía existe la clase media. Y entre todas esas imágenes, una plaza en el barrio de Chueca. La plaza estaba limpia; como dicen en mi pueblo, se podían comer sopas en el suelo. Sentados en un banco de piedra se veía a dos hombres, y a otro de pie. Los tres miraban a la cámara y explicaban el porqué de la extraordinaria limpieza de la plaza.

_ Es nuestra plaza y la limpiamos nosotros todos los días

Efectivamente, era su plaza. El lugar donde vivían, donde dormían, y probablemente pedían alguna limosna. Esos tres hombres eran tres mendigos, vivían en esa plaza de Chueca cuyo nombre desconozco.
Para muchas personas quizá sean lo más bajo de la sociedad, y sin embargo creo que dieron una gran lección de urbanismo. Su comportamiento los puso a un nivel al que nunca llegarán ninguno de los culpables de esa huelga, al que nunca llegarán todos esos políticos que durante este tiempo solo han demostrado su ineptitud, incompetencia, prepotencia, y desdén por una ciudad y unos ciudadanos que merecen todo el respeto del mundo.
Las imágenes fueron rápidas, pero pude captar la sonrisa en los ojos de esos tres hombres. Y esa mirada contrasta de una forma brutal con otra mirada que me quedó grabada el pasado miércoles, y que invito a que todos busquen en las hemerotecas por si se la perdieron. Me refiero a la mirada fría, helada, casi una mirada de odio que dirigió la alcaldesa Ana Botella a los periodistas durante la comparecencia del miércoles, cuando ya de pie abandonaba la sala. Una mirada de prepotencia después de una comparecencia donde demostró no estar a la altura del cargo que representa.
Si ahora tengo que elegir entre todas estas personas, mi elección no tendría ninguna duda.
No conozco vuestros nombres, pero demostrasteis que vosotros sí sabéis hacer grande una ciudad.

Todos mis respetos para vosotros, los tres mendigos de Chueca.

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