Estoy en mi habitación mirando un cuadro colgado en la pared. Es una lámina dorada que representa un lago sobre el que flota una mujer desnuda, cubierta con velos transparentes. Sobre el césped, parejas de jóvenes se miran, descansan.
Recuerdo cuando compre esa lámina, me gustó, sabía que quedaría bien donde está. Recuerdo la tienda, la calle, el pueblo.
Recuerdo la entrada de un hotel, quizá la más espectacular que he conocido. Un techo azul turquesa estrellado, soportado por una columnata.
Me recuerdo tumbada en la arena, intentando encuadrar en mi cámara cuatro capiteles taladrando un cielo azul impoluto, limpio como solo en el desierto es posible encontrarlo.
Recuerdo a los niños vestidos de azul, cantando, bailando sobre el escenario de un teatro bimilenario. Recuerdo sus sonrisas y sus torpes intentos por repetir las palabras en castellano que yo les decía.
Recuerdo al hombre que me dió las gracias por respetar a su padre.
Recuerdo el pollo que comí.
Recuerdo el zumo de naranja.
Recuerdo las risas.
Recuerdo un amanecer.
Lo recuerdo todo.
Ah¡ lo olvidaba. No es un sueño. Existió. Su nombre es Palmira.
No hay comentarios:
Publicar un comentario