Llevo tiempo, igual que todos,
escuchando, observando, pero sin opinar. Y llevaba tiempo pensando también en
lo que quería decir. Porque necesitaba decir lo que pienso. Ayer decidí hacerlo.
No sé cuál será el resultado de
las elecciones en Cataluña el próximo 27S. Lo que sí sé es que yo respetaré el
resultado aunque no lo comparta.
Estoy cansada de escuchar
desacreditaciones constantes hacia todo aquél que sea catalán, sólo por eso,
por ser catalán. Y eso no me gusta, no lo comparto, me indigna y me cabrea. No
acepto las generalizaciones en ningún caso, y en éste tampoco.
Conozco a personas nacidas en
Cataluña, que son grandes personas a las que respeto, admiro y quiero
muchísimo. Los hay independentistas y los hay que no lo son, orgullosos de ser
catalanes y orgullosos de ser catalanes y españoles. Pero en todos los casos
grandes personas.
Esto, al igual que cuando alguien
decide romper una relación sentimental, es porque existe un problema. En esta
relación también existe un problema, y la solución no es amenazar, meter miedo,
imponer, desacreditar de forma gratuita a todo aquél con un vínculo catalán. La
solución es entender, empatizar, hablar, y sobre todo respetar por ambas
partes.
Yo deseo que el próximo domingo
decidan quedarse, que sigamos juntos. Pero también entiendo el hartazgo de
aquellos que no lo desean. Deseo que sigamos juntos por muchas cosas, pero
sobre todo porque una ruptura va a causar mucho daño a muchas personas, a
algunas de las cuales quiero muchísimo.
Aunque si dentro de dos días el
resultado no coincide con mis deseos, mi respeto será absoluto, y espero que el
de todos. Porque no habremos llegado al final, sino al principio para empezar a
entendernos.
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