Hace unos años escribí una historia que espero algún día vea la luz. Hoy quiero compartir un capítulo donde el 11M jugó un papel fundamental en el desenlace final de la trama. Quise incluir aquel día fatídico como un homenaje para todas las víctimas. Compartiendo estas líneas con todo aquel que desee leerlas, pretendo aportar mi pequeño grano de arena para que nunca se olvide a ninguno de ellos.
64
Aquella mañana de marzo
Pablo llegó muy temprano al hospital. Las prácticas comenzarían a primera hora;
antes había quedado con un compañero para tomar un café. Se encontraron en la
cafetería donde desayunaron antes de encaminarse hacia la sala de estudiantes
para buscar la bata y dejar sus cosas en la taquilla.
_ Hoy he salido corriendo de casa, ni
siquiera he podido desayunar, le dijo a su amigo, y yo sin un buen desayuno soy
incapaz de ponerme en marcha.
La cafetería estaba llena a esa hora.
Madrid era una ciudad donde todo el mundo tenía prisa, muchos esperaban a
llegar a su trabajo para tomar un café. Encontraron una mesa ocupada por otros
compañeros y se hicieron un hueco entre ellos.
Ya estaban camino de la sala de estudiantes
cuando observaron un movimiento entre el personal sanitario que no era
habitual. Los encargados de la centralita estaban muy nerviosos, contestando sin
cesar y hablando con enfermeras que salían corriendo en busca de alguien. Pablo
vio a varios médicos correr hacia las salas de urgencias, y los conductores de
ambulancias salieron uno tras otro, dejando el parking vacío.
_ ¿Qué ocurre?, preguntó Pablo a su amigo.
_ No tengo ni idea.
En ese momento una enfermera pasó al lado
de los dos amigos y les dijo.
_ Hoy van a ser muy necesarios en
urgencias, vayan hacia allí, deprisa.
_ Un momento, contestó Pablo, ¿qué está
ocurriendo?
_ ¿No lo saben?, un tren ha tenido un grave
accidente en Atocha y hay muchos heridos.
_ ¿Qué tren?
_ Un cercanías.
Cuando llegaron a urgencias las noticias
eran otras. No se trataba de un tren sino de cuatro, todos en la misma línea. Y
no se trataba de un accidente. Las noticias eran muy confusas, pero no había
duda, se trataba de un atentado. Varias bombas habían estallado en cuatro
trenes diferentes y en puntos distintos: Santa Eugenia, el Pozo del Tío
Raimundo y Atocha.
_ Si lo que dicen es cierto, habrá cientos
de heridos, les dijo uno de los médicos. Están movilizando a todo el personal
médico disponible. Esto va a ser una locura.
Fue una mañana que Pablo nunca olvidaría;
los heridos llegaban sin cesar y algunos estaban en condiciones lamentables.
Aquello había sido muy grave. Ayudó en todos los lugares donde podía, y
transcurridas unas horas su bata y sus brazos estaban cubiertos de sangre. Nunca
había visto nada parecido, él y los demás estudiantes estaban sobrecogidos.
Apenas tenían tiempo para hablar, y las noticias que recibían se sobreponían
unas a otras.
En un momento de respiro, uno de los
médicos le dijo que se hablaba de un atentado. Él nunca había visto víctimas de
atentados destrozadas de esa forma.
_ Esto es una masacre, ¿quién puede hacer
algo así?, comentó Pablo con uno de sus compañeros.
_ Las últimas noticias hablan de un
atentado islamista, le dijo este.
_ ¿Un atentado islamista, pero por qué?
_
Nunca hay explicación para este tipo de cosas.
Volvieron a recabar su atención. Las
ambulancias no paraban de llegar y apenas tenían espacio para atender a las
víctimas. Una mujer murió mientras Pablo le sujetaba la mano, tenía el pecho
abierto. Se decía que todos los hospitales de Madrid estaban saturados, que
había muchos muertos.
A las
cinco de la tarde Pablo consiguió unos minutos de descanso, estaba agotado, y
sobre todo estaba impresionado; nunca hubiera imaginado que tuviera que
enfrentarse a algo así. Sabía que ser médico te obligaba a ser fuerte y a
soportar situaciones dolorosas, pero nunca hubiera imaginado que tuviera que
enfrentarse a algo parecido. Se acercó a la sala para buscar otra bata, la que
llevaba había perdido su color, teñida completamente de rojo. El móvil que
guardaba en la taquilla marcaba varias llamadas perdidas, todas eran de su
madre. Iba a llamarla cuando uno de sus compañeros estudiantes entró para
decirle que se necesitaba urgentemente sangre, las reservas se estaban
agotando.
_ Vamos a dar lo que podamos, le dijo a
Pablo, ¿vienes?
_ Por supuesto, después llamaré a mi madre,
debe estar preocupada.
Eran las siete de la tarde cuando pudo
llamarla:
_ ¡Pablo!, por fin puedo hablar contigo. No
sé nada de tu hermana, no la encuentro.
_ ¿Qué quieres decir con que no la
encuentras?
_ Llevo todo el día llamándola y el móvil
suena, pero no contesta. Es lo que pasa con muchos móviles, lo dicen en las
noticias. Estoy muy asustada Pablo, ¿dónde puede estar, y si estaba en los
trenes?
_ Mamá, ella no coge esa línea, ¿por qué
iba a estar en los trenes?
_ Anoche no vino a dormir, ya la conoces,
lleva su vida y no quiere que nos metamos en ella. No sé dónde está y tampoco
sé si ha podido subir a ese tren. Su móvil suena y no contesta.
_ Tranquilízate mamá, seguro que está bien,
estará asustada, o quizá no puede llegar a casa. Aquí dicen que Madrid es un
caos, todo el mundo está bloqueado y conmocionado. Creo que tendré que quedarme
toda la noche, luego te llamaré, no te preocupes.
Volvió a la sala de urgencias; las camillas
estaban por todas partes y los quirófanos no habían dejado de funcionar en
ningún momento. Iba a ser una noche muy larga.
Lo que le había dicho su madre comenzó a
preocuparlo. Si Ángela sabía lo que había ocurrido, ¿por qué no contestaba al
móvil? Cuando apareciera tendría que hablar muy seriamente con ella, no podía
seguir comportándose así, su madre estaba sufriendo mucho.
La llamó de nuevo a las diez de la noche;
seguía sin noticias de Ángela. Tenía que hacer algo.
_ Intenta dormir un poco mamá, yo me
ocuparé de todo. Esta noche me quedo en el hospital, pero hablaré con los demás
hospitales.
Una enfermera se acercó a él para
preguntarle si ocurría algo.
_ Es mi hermana, no aparece y mi madre
piensa lo peor.
_ ¿Podía estar en los trenes?
_ Ya
no lo sé, podía estar en cualquier sitio.
_ Hay muchas personas buscando a sus
familiares. Ya has visto todo esto, llegan sin nada, han perdido sus
pertenencias y su estado no les permite hablar. Y en Ifema es peor, los muertos
están irreconocibles. Han comenzado a recoger muestras de sangre para localizar
a las personas desaparecidas por el ADN. Seguro que tu hermana estará bien,
pero si te quedas más tranquilo quizá es mejor que pidas una comparativa de
ADN.
_ Voy a hacerlo, es muy duro pero será lo
mejor. Iré yo, no quiero que mi madre pase por este trance.
Preguntó en la recepción dónde podía
entregar una muestra de su sangre para intentar localizar a su hermana. Le
tomaron todos los datos y el número de teléfono.
_ Se está trabajando a marchas forzadas
para identificar a todas las personas, si obtenemos algún resultado lo
llamaremos inmediatamente.
A pesar de su estado de ánimo, Pablo
continuó trabajando toda la noche, solo se permitió descansar una hora y apenas
pudo hacerlo, pensando sin cesar en su madre y en su hermana. No quería
llamarla para no asustarla, aunque sabía que estaría despierta sin poder
dormir.
Al día siguiente volvió a casa para
cambiarse de ropa. Encontró a su madre sentada en el sofá, con la cara hinchada
de tanto llorar. Se sentó junto a ella y la abrazó.
_ Mamá, la buscaremos, hay muchas personas
desaparecidas pero la encontraremos, ya lo verás.
_ ¿Y si está entre los muertos?
_ No digas eso, ni lo pienses siquiera.
_ Perdí a tu padre y ahora no puedo perdeos
a vosotros.
_ No nos perderás. Déjalo en mis manos,
confía en mí, la encontraré. Ahora tengo que volver al hospital.
Le partía el alma dejar a su madre en
aquellas circunstancias. Era una mujer fuerte, aunque nunca la había visto tan
hundida, ni siquiera tras la muerte de su padre. Entonces la empujaba una
fuerza para salir adelante por ellos. Ahora la sola idea de perder a su hija la
superaba.
Antes de comenzar a atender a los heridos,
pasó por la oficina para preguntar sobre las identificaciones.
_ Se avanza muy deprisa, le dijeron, pero
todavía quedan bastantes personas por identificar.
Aunque no estaba permitido, dejó el móvil
en el bolsillo de la bata. En las actuales circunstancias lo entenderían. Eran
las cuatro de la tarde cuando escuchó el sonido del aparato; era un número
desconocido.
_ ¿Sí?, contestó.
_ ¿Es usted Pablo Figueiredo?
_ Sí, soy yo.
_ Le llamamos del hospital de La Princesa.
Hay una chica herida, todavía se encuentra inconsciente. Usted buscaba a su
hermana entre las víctimas, ¿no es así?
_ No hemos podido encontrarla desde ayer;
¿es ella, se encuentra ahí?
_ Sí, es ella. La hemos identificado por su
muestra de sangre.
_ ¿Cómo está?
_ Está fuera de peligro, puede estar
tranquilo. Sufrió una conmoción y todavía se encuentra inconsciente.
_ Bien, iré ahora mismo.
Después de colgar llamó a su madre, el
teléfono comunicaba. Volvió a llamarla mientras se trasladaba hacia el hospital
de La Princesa, pero seguía comunicando. Pagó al taxista y entró corriendo
dirigiéndose a la recepción.
_ Soy Pablo Figueiredo, me han llamado
porque mi hermana se encuentra ingresada aquí, es una de las víctimas del
atentado.
_ Espere un momento, le dijo la
recepcionista mientras consultaba una lista.
_ Sí señor Figueiredo, su hermana se
encuentra en la habitación 215. Pregunte primero en el control de la planta por
si hubiera algún problema y no pudiera verla en este momento.
No esperó al ascensor y subió las escaleras
de dos en dos. Una vez en la planta buscó la habitación 215.
_ ¿Puedo verla?
_ Puede entrar, pero no la moleste. Le
hemos quitado la sedación y poco a poco ira recuperando la consciencia. Es la
cama que hay junto a la ventana.
Pablo abrió la puerta despacio y entró en
la habitación; las dos camas estaban ocupadas. Una chica con heridas en la cara
lo miró desde la cama junto a la pared. Se acercó hacia la ventana. Cuando
estaba solamente a unos pasos se quedó parado y volvió a mirar a la chica junto
a la pared, después volvió la cara de nuevo hacia la cama ocupada por su
hermana y la miró fijamente, a continuación salió al pasillo en busca de la
enfermera.
_ ¿Todavía está inconsciente?, preguntó la
enfermera.
_ ¿Esto no será una broma pesada?, contestó
Pablo con seriedad, porque no es nada gracioso.
_ ¿Perdón?, respondió la enfermera
sorprendida, ¿qué quiere decir?
_ Esa
chica no es mi hermana, no sé quién es.
La expresión de la enfermera se transformó.
_ No es posible, somos conscientes de que
todo esto es muy doloroso y hemos puesto todo el cuidado en hacer las
identificaciones, le contestó mientras volvía al control de la planta y sacaba
del archivo un sobre.
Extrajo de él unos gráficos que Pablo
reconoció como los típicos del ADN.
_ Permítame, dijo extendiendo una mano, soy
estudiante de medicina y tengo conocimientos para poder leer estos gráficos.
La enfermera se los tendió. Todavía estaba
estudiándolos cuando sonó el móvil.
_ Pablo, escuchó la voz de su madre, sé que
me has llamado. ¡Está bien, asustada y arrepentida, pero está bien!
_ ¿Te refieres a Ángela, dónde está?
_ En Toledo, ya te contaré. Lo importante
es que está bien.
_ Mamá, estoy en el hospital de La
Princesa. Ahora que sabemos que a Ángela no le ha ocurrido nada, creo que
deberías venir aquí.
_ ¿Qué haces en el hospital de La Princesa?
_ No te preocupes, no me ocurre nada, pero
ven en cuanto puedas. Me encontrarás en la habitación 215. No estoy ingresado,
solamente estoy visitando a alguien.
_ ¿A quién?
_ Ven y lo entenderás.