sábado, 29 de marzo de 2014

Trabajo, trabajo. Bendito trabajo



No estoy muy activa últimamente por aquí, y no es porque no quiera, pero las circunstancias no me dejan mucho tiempo para ocuparme de este rincón. Aunque eso no significa que me haya olvidado. Escribir me relaja muchísimo y me permite expresarme mejor que de ninguna otra forma.
Me gustaría, tengo que confesarlo, poder comentar mis palabras con esas personas que me leen. Me hace ilusión, me encanta ver que hay quienes se acercan a este humilde rincón, e imagino leen lo que yo en un momento de tristeza, de alegría, de esperanza, de indignación muchas veces, escribo. Creo que es un privilegio, una gran suerte, poder llegar hasta ese alguien; no importa el número, importa el hecho de que ahí hay personas a quienes puedes transmitir emociones y sentimientos.
Y hablando de suerte, y aunque sé que en varias ocasiones a lo largo de este escaparate, he repetido esto, me siento afortunada, muy afortunada. Y me pregunto muchas veces si realmente lo merezco. ¿Por qué yo?, ¿por qué no todos los demás?
El motivo de mi falta de tiempo es el trabajo, un trabajo que perdí como tantos y tantos en este país; un trabajo que encontré como pocos, muy pocos en este país. En realidad un trabajo que alguien que me conocía muy bien, que confiaba en mí plenamente, me recomendó.
Me siento muy afortunada, porque yo no he hecho nada especial, no soy ni mejor ni peor que nadie; tengo defectos, fallos; he hecho daño a otras personas, sin quererlo, sin desearlo, y me ha dolido mucho porque soy incapaz de hacer daño. Yo no soy perfecta. Y sin embargo he tenido mucha suerte. A veces me pregunto si realmente la merezco. Hoy muchos luchan por un trabajo, un trabajo de mierda que no va a cubrir todas sus necesidades, pero que al menos les garantice un techo bajo el cual probablemente no haya luz, no haya calefacción, y algunos días tampoco haya comida, pero al menos un techo. Y lo peor es que se ha llegado a una situación en la que nos conformamos con esto, porque sin ese trabajo de mierda todavía es peor.
Por eso en mitad de toda esta desesperación en la que vivimos, me siento tan afortunada. Porque yo salí del agujero, con un trabajo digno, muy digno. Con mucho trabajo, mucho esfuerzo, pero eso nunca me ha asustado. Podía no haber encontrado nada, como tantos. Podía haber sido un trabajo de mierda, como para muchos. Sin embargo es un trabajo mejor, más gratificante, y más apasionante que el que durante 23 he tenido. Y además hay un ambiente increíble; hay compañerismo, hay muy buen rollo. Hay algo que hoy en día no se encuentra en casi ningún sitio; la empresa nos cuida, nos mima, y eso es un lujazo.
Esta semana lo hablaba con un amigo. Le decía: es increíble que puedas servirte un café cuando quieras sin tener que ir a una máquina a echar la monedita; es increíble ver como cada mañana hay fruteros llenos de manzanas para que podamos comerlas y no pasar hambre; es increíble que cada viernes puedes comer junto al resto de compañeros una comida encargada por la empresa a un restaurante cercano (ayer lasaña de carne y ensalada de queso de cabra). Es increíble que la terraza que rodea las instalaciones esté alfombrada con hierba artificial, mesas bajas y tumbonas. Y es increíble como ahora que empiezan a llegar días agradables, cualquiera puede en un momento irse con su portátil a trabajar a la terraza. Es increíble todo, de verdad. Y me siento afortunada, muy afortunada. Sin embargo no puedo dejar de pensar en el resto de personas. ¿Por qué yo?, ¿por qué no todos los demás?



No hay comentarios:

Publicar un comentario