domingo, 2 de marzo de 2014

Domingo de carnaval



Estaba yo por aquí leyendo periódicos, poniéndome un poco al día, mientras mi mente seguía funcionando de forma un poco autónoma. Bueno, tampoco es eso, pero de alguna forma va buscando imágenes archivadas en el disco duro, o jugándome malas pasadas (no, mejor buenas pasadas), creando ideas que me tientan mucho. A ver si me explico sin que nadie piense que se me ha ido la chaveta.

Hace tan solo unos días pasamos de ver imágenes de destrucción humana en las plazas de Kiev, a pensar que todo había finalizado, y el camino hacia un entendimiento estaba abierto. Todo fue un error de cálculo, al menos por mi parte. Tan solo unos días después, la situación en Ucrania es de preguerra. Crimea ha saltado. Independencia, prorusos, proeuropeos; lo mismo de siempre en tantos lugares. Y como siempre, cuando leo todas estas noticias, mi mente se va directamente hacia las personas que se verán atrapadas por la lucha de intereses. Normalmente no conozco a estas personas. Sin embargo hoy mi mente ha sacado del disco duro la imagen de una chica a la que conocí hace unos años. No recuerdo su nombre, pero sí que era simpática, amable, de conversación fácil y agradable, sonreía a menudo. La conocí en Uzbekistán, pero procedía de Crimea. De cara redonda, como muchos uzbekos, tenía sin embargo una belleza diferente a la de la mayoría de las mujeres de la zona, causa sin duda de su procedencia Crimea. Recuerdo con que pasión hablaba de su infancia en Crimea, en la casa de sus abuelos, junto a un lago rodeado de montañas. Amaba esa tierra, y lo transmitía con sus palabras. Hoy, al leer todo lo que está ocurriendo en ese territorio, me he acordado de ella. Y no solamente me he acordado, sino que he encontrado una fotografía suya donde también estoy yo. Pero es a ella a quien quería dedicar estas líneas.

El otro camino por el que ha divagado mi mente tiene que ver con las desgraciadas noticias que nunca acaban sobre los subsaharianos muertos, los que siguen saltando la valla, los que están esperando para saltar. Y sobre la hipocresía de algunas personas que defienden la vida, pero ¿la vida de quién?. Yo no me considero ni mejor ni peor que nadie; sé y entiendo que no podemos dejar la puerta abierta para que entre todo el mundo como Pedro por su casa. Pero de ahí a permanecer impasibles ante la muerte de personas, sin que en muchos casos se sientan siquiera esas pérdidas, como si fuesen simplemente gatos aplastados por las ruedas de un coche en una carretera. Eso me cuesta aceptarlo, y me fastidia que no se entienda. ¿Es que no se dan cuenta de que son personas?, y no me vale lo de que “ellos se lo han buscado”; son personas.
Y mientras me hacía estas y algunas otras preguntas, mi mente me ha ofrecido en bandeja una idea, la idea para una historia. Solo enfrentándonos a la realidad de otro, podemos entender sus motivos, su lucha, su forma de actuar, su desesperación.

¿Y si existieran mundos paralelos?, mundos donde todo funciona como un espejo. Todo lo que existe en uno también existe en el otro, pero como en un espejo, lo que en uno está en un lado, en el otro está en el lado contrario. Mundos que no saben de la existencia del otro, hasta que …………………………….

Imaginemos por un momento a cualquiera de nosotros, con un trabajo, una estabilidad, una familia a la que le hemos ofrecido todas las comodidades, etc, etc. Imaginemos que una noche nos acostamos en nuestra cama de siempre, a la espera del sonido del despertador para ir a trabajar a nuestro despacho. Pero lo que nos despierta al amanecer es el sonido de un mundo que no conocemos. Ahí están nuestra mujer, nuestros hijos, nuestros vecinos, nuestros conocidos, nuestra casa, nuestra calle, nuestra ciudad. Pero todo y todos son diferentes (pobreza, miseria, una chabola, un jergón maloliente, una calle de tierra y barro, una ciudad claramente tercermundista). No entendemos lo que pasa, y nadie nos entiende a nosotros, nos toman por locos cuando hablamos de lo que hasta la noche anterior era nuestro mundo. ¿Qué mundo?, esto siempre ha sido así. El mundo de los ricos está al otro lado del Estrecho, en África. Pero allí no es fácil entrar. Tienen vallas, y policía vigilando las costas. Muchos de los nuestros van a Melilla y a Ceuta, para intentar pasar al otro lado. Los que han conseguido pasar viven mejor que nosotros, aunque muchos han desaparecido. Dicen que en Marruecos hay cementerios con tumbas anónimas donde entierran a los que mueren sin poder ser identificados. 

Es para volverse loco, ¿no? Despertarse una mañana y comprobar que el tercer mundo es Europa, que la vida y el futuro empiezan en Tánger. Que el mundo está regido por dos grandes potencias económicas, la UEA (Unión Económica Africana), y la gran potencia mundial motor de todo el planeta, India. Que si quieres un futuro para tu familia tienes que saltar la valla e intentarlo al otro lado.

No me he vuelto loca. Es solo una idea que mi mente me ha dado, la idea para una historia. Mundos paralelos, sin conexión. Pero a veces, solo a veces, alguien puede despertar en el otro mundo donde todo es igual, pero todo está en el lado contrario. Y entonces tienes que enfrentarte a la realidad que hasta ayer no te preocupaba porque era la realidad de otros. Hasta que es tu realidad.

Es solo una idea, pero quizá, ojalá, pueda y sepa convertirla en una historia.

¡Bendita mente que a veces divaga!

Creo que por hoy ya he leído bastantes noticias.




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