sábado, 31 de mayo de 2014

Reflexiones tras la resaca



Después de una semana muy jugosa escuchando las opiniones de nuestros políticos y personajes no políticos, y una vez que la resaca y el “susto” ya se han ido reposando, creo que ha quedado bastante claro quién es quién.

Después de observar y escuchar a unos y a otros, hay dos palabras con las que puedo resumir mi percepción: frustración y decepción.

Lo de la frustración ya lo esperaba. Sabía que muchos dirían lo de siempre, valorarían los resultados como siempre, y seguiríamos como siempre.

Lo de la decepción ya me ha sorprendido más, porque honestamente, no lo esperaba de tantos, de muchos, ni de algunos. Como escribí hace unos días en un tuit, el domingo ocurrió algo que ha hecho que muchos se quiten la careta y veamos quién hay realmente debajo. Me he sentido muy decepcionada con personas a las que yo consideraba demócratas, y que sin embargo han demostrado no respetar una decisión democrática.
Sé que es muy fácil desacreditar, tirar mierda y salpicar. Pero respetemos a cada uno cómo es, cómo piensa, cómo vive, y sobre todo respetemos las decisiones democráticas. Porque si no lo hacemos, nos cargaremos el sistema.

Me ha sorprendido mucho escuchar hablar sin cesar de populismo, de bolivarismo, de flor de un día, de frikis, de coletas, de capuchas, de ropa barata, etc, etc. Y digo yo, ¿y qué?

La cuestión principal, la única creo yo, es. ¿Por qué ha ocurrido esto? Porque realmente no ha sido porque sí; la gente no se ha vuelto loca, o lo que es peor, gilipollas. La gente sabe muy bien lo que hace. Sospecho que todos los que ahora desacreditan y difaman no se han hecho realmente la pregunta que deben hacerse: ¿qué hemos hecho tan mal para que haya ocurrido esto?

Y es que la culpa no es de quienes han votado, ni de los que han sido votados. La culpa es de quienes han hecho las cosas tan pésimamente mal (unos, otros y todos), que han llevado a muchos a un callejón sin salida. Pero esto no lo reconocerán nunca. Es más fácil difamar.

Me reía hace unos días escuchando a Rajoy en uno de los mítines cuando delante de los suyos (los únicos que acuden a estos eventos), preguntaba emocionado: ¿verdad que todos estamos muy contentos con lo que este gobierno ha hecho?, y la masa respondía, siiiiiiiiiiiiiii. Me reía porque pensaba: no señor Rajoy, esa pregunta hay que salir a la calle y hacerla con el mismo entusiasmo, a ver qué respuesta recibe. Pero claro, para eso no hay lo que hay que tener. Pues bien, ya han dado la respuesta.

Pero en fin, lo de estos lo esperaba. Sin embargo la reacción de los que se encuentran en el otro lado de la balanza me ha decepcionado y mucho. Sobre todo porque no esperaba lo que he escuchado.

¿Qué ha pasado esta semana entre todos los políticos?, pues humildemente pienso que se han acojonado. Sí, están acojonados y no poco.

Acojonados porque se han dado cuenta de que la gente puede hacer cambiar el status en el que estaban apoltronados, y esa gente tiene mucha fuerza. Se han dado cuenta de que ya no se puede seguir engañando, que hay muchos jóvenes a los que se está menospreciando y ninguneando, y eso tiene un precio que van a tener que pagar.

Hay cosas que de verdad me han hecho reír esta semana. Y es que cuando no hay argumentos, se pasa a decir tonterías muy fácilmente. ¿Por qué es tan gracioso que alguien compre la ropa en un gran almacén?, ¿se han preguntado las miles de personas que lo hacen?, incluso las miles de personas que ni eso, que tienen que comprarla en un mercadillo de segunda mano, o ni eso, que tienen que pedirla en una casa de caridad. Si ese detalle de la ropa es tan importante, entonces estáis despreciando a muchos a los que no tenéis ningún derecho a despreciar. Luego pasa lo que pasa y os acojonáis.

En alguna ocasión he escuchado decir que no hay nada más peligroso que aquello que no puedes evitar y que tú nunca harías. Y digo esto por un detalle que creo ha molestado muchísimo a toda la clase política que vive en un nivel acomodado (políticos de todos los colores). De esto no se ha hablado casi nada, pero seguro que ha molestado mucho, y probablemente ha desatado muchas de las críticas absurdas que hemos escuchado.

Voy a explicarlo con un ejemplo de algo que a mí me ocurrió hace unos años. Siempre he sido una persona muy responsable en mi trabajo, y cuando algo había que hacerlo, se hacía sin mirar las horas ni los días. Muchos sábados he pasado trabajando cuando no tenía que hacerlo. Uno de esos días apareció junto a mi mesa uno de mis compañeros y me dijo: haz el favor de no venir más a trabajar un sábado, si lo haces nos dejas mal a los demás que ni venimos ni vamos a venir, así que quédate en tu casa y todos salimos ganando. Lógicamente no le hice caso. Me considero libre para tomar mis decisiones, y los demás son libres para tomar las suyas.

Pues esto mismo creo que ha ocurrido con el detalle de renunciar a cobrar un sueldo de 8.000€ y cobrar 1.900€. Jode mucho, seguro. Porque es muy fácil ser un demagogo y después tener el bolsillo bien surtido. Porque ninguno tiene lo que hay que tener para hacerlo también. Y si me equivoco rectificaré.

Por eso creo que hay mucho acojono. Porque luchar contra decisiones libres y voluntarias que uno nunca tomaría, jode mucho. A ver si por tu culpa vamos a palmar todos. O vamos a parecer malos los demás.
Pues esto es lo que hay. Algo ha cambiado porque tenía que cambiar. Y creo firmemente en que los grandes cambios los provocan las personas pequeñas. Para que unos ganen pierden otros. Sí, por supuesto. Al fin y al cabo lo mismo que ahora; pero cuando cambian las personas que están en un lado y en el otro, jode mucho, porque no es lo mismo. Pero esto es una democracia, y espero que sea así siempre.

Por cierto, este rollaco lo he empezado a escribir esta mañana, después he salido a tomar unas cañitas con una amiga. Hemos hablado de una persona a la que ella conoce. Me ha dicho que es un chico muy inteligente, un luchador. Espero de verdad que así sea porque lo necesitamos. Él, al igual que ella, viven atados a una silla de ruedas. Hemos hablado de Pablo Echenique. ¡Suerte Pablo!



lunes, 26 de mayo de 2014

El día después



Hoy, algunos de los que rechazaban el descrédito a políticos en las redes sociales, están desacreditando en medios de comunicación.

Lo que ocurrió ayer es muy sencillo, al menos yo lo veo así:

·         No se puede ignorar a las personas que tienen graves problemas por culpa de decisiones políticas

·         No se puede engañar permanentemente

·         No se puede ignorar la corrupción y el despilfarro

·         No se puede siempre justificar los pecados de uno y magnificar los de los demás

·         No se puede decir que no ha habido rescate, y rescatar a los bancos con el dinero de todos

·         No se puede restringir derechos y vender lo contrario

·         No se puede ignorar a quienes salen a la calle a protestar, y ensalzar a las mayorías silenciosas

·      No se puede tener tan poca sensibilidad hacia los ciudadanos que están sufriendo, que se han quedado sin trabajo, sin casa, sin ayudas

·         No se puede pensar solo en uno mismo porque la avaricia impide acordarse de los demás

·         No se puede subir impuestos a la gente y llevarte tu dinero fuera para evadir esos mismos impuestos

·         No se puede obstaculizar a la justicia

·         No se puede abandonar a los ciudadanos a su suerte

·         No se puede ser sordo y ciego a la realidad

·         No se puede negar el incremento de la pobreza infantil
·          

Luego pasa lo que pasa, la gente no es tonta, los ciudadanos son muy inteligentes y siempre tienen razón. Los indignados votan, pero nadie les presta atención hasta que termina el recuento de votos y algunos se rasgan las vestiduras.

Pablo Iglesias
profesor ciencias políticas
Teresa Rodríguez
profesora enseñanza secundaria
Carlos Jiménez Villarejo
ex fiscal anticorrupción
Lola Sanchez
licenciada en derecho
Pablo Echenique
científico


La verdad, me dan más confianza estas cinco personas que todos los que hasta ahora han demostrado lo que han demostrado. Quienes los están intentando desacreditar deberían mirar más hacia ellos mismos y ser conscientes de sus deficiencias.



sábado, 17 de mayo de 2014

Me confieso y perdonado



Me fastidia escribir sobre esto porque pienso que es un tema sobre el que no habría que hablar nunca. Cada uno somos como somos, somos lo que somos, pero ante todo somos respetables por ser como somos y por ser lo que somos. Pero cuando alguien se salta esa línea y empieza a decir gilipolleces para dejar claro que está por encima de, que es mejor que, que te doy mil vueltas pero como soy humilde no he querido dejarte en ridículo; entonces me caliento, y cuando me caliento lo que ocurre es que el dedo me pide tecla, y yo se la doy.

El jueves vi el debate entre Cañete y Valenciano. Francamente hubiera preferido una buena película porque ninguno de los dos me convenció de nada. Ninguno de los dos me pareció que estaba a la altura de lo que se esperaba de ellos. ¡Pero!.................

Al día siguiente uno de ellos con sus brillantes declaraciones consiguió regalar al otro todo lo que en el debate ninguno había ganado por méritos propios.

Las declaraciones del señor Cañete me repugnan. A mí no me sirve el dejo caer la frase, luego pido perdón, me confieso, y aquí no ha pasado nada. ¡No!, lo dicho, dicho está, se ha retratado.

Siempre he pensado que lo que más grande hace a una persona es la humildad. Es cierto que todos no somos igual de inteligentes, ni igual de guapos, ni igual de altos, ni igual de rubios. Ni igual de imbéciles tampoco. Pero también es cierto que la inteligencia, en este caso, no es patrimonio exclusivo de un solo sexo. Por suerte, hay hombres muy inteligentes, y mujeres muy inteligentes. No sé, ni me importa, como se distribuye ese porcentaje. Pero sí sé algo.

Las personas (y digo personas porque eso es lo importante, sin distinción de sexo). Las personas inteligentes no presumen de ello, no necesitan hacer declaraciones absurdas para dejar claro su nivel intelectual. Eso se demuestra con el hacer diario, con los actos que día a día te retratan, con lo que los demás perciben de ti. Con el silencio.

Una persona que presume de su nivel intelectual, mucho más de forma gratuita, es una persona en la que yo nunca confiaría. “Dime de qué presumes y te diré de lo que careces”.
El debate del jueves, para mi humilde entender, no lo ganó ninguno de los dos. Pero usted señor Cañete, con sus inteligentes declaraciones horas después, ha dado la victoria a la señora Valenciano. No sé si es lo que pretendía. Dudo que con su brillante inteligencia sea lo que quería, pero con su declarada inteligencia es lo que ha conseguido.

Y esto lo firma una mujer que no se considera tonta, pero que nunca se declarará más inteligente que nadie. 



domingo, 11 de mayo de 2014

Una llave



Hace un año todavía estaba en aquel lugar. No sabía lo que estaba a punto de ocurrir en unas semanas más. Pero el destino es implacable, y lo que tiene que ocurrir, ocurre; incluso lo que nunca piensas que puede ocurrir. Por suerte, también esto vale para las cosas positivas; si algo tiene que ocurrir, ocurrirá.

Me prometí que nunca volvería. Me marché sin volver la vista atrás, dejando allí no solamente la mitad de mi vida, sino muchos recuerdos, y sobre todo mucha lucha. Quienes me vieron luchar saben cuánta.

Aquel edificio era muy nuevo, pero los sueños se trasladaron a él al igual que el mobiliario, los archivos, los ordenadores. Y el día que tuve que abandonarlo, sentí un nudo en la garganta, caminé sin volver la vista atrás, y me prometí que nunca volvería a pasar por aquel lugar. Aquel día me llevé un recuerdo, necesitaba hacerlo. Una llave. No del edificio, nunca volvería a entrar en él; una llave que no tenía ninguna importancia.

Hace unas semanas pasé en coche por delante; yo no conducía y no fui yo quién decidió pasar por allí. Cerré los ojos, pero volví a abrirlos y todavía estaba allí. Me impactó lo que vi y me entristeció. No pude evitarlo a pesar de haberme prometido que no volvería. Volví, hace unos días volví hasta la valla que cierra el paso, y miré el lugar. Las enormes cristaleras estaban cubiertas de pintadas. Ojalá algún artista callejero al menos hubiera estampado allí alguna obra de arte, pero no era el caso.

Sentí el abandono. Entre los escasos huecos que las pintadas dejaban pude vislumbrar una puerta abierta. Sabía que estaría abierta, como yo la dejé. Volví a recordar cómo estaba todo, dónde estaba todo: el interruptor, la raspadura en la moqueta, la baldosa rajada. Y unas puertas más adelante una caja fuerte de las de antes, de las que solo un camión-grua puede levantar. Sabía que la llave de esa caja estaría encima, donde yo la dejé. Una llave que no servía para nada sin la contraseña. Entonces los números vinieron a mi cabeza. Me sorprendí, no la había olvidado. Aunque eso no importaba; dentro no había nada importante. Sonreí, sí, dentro dejé aquel billete falso de 50€ que un cliente nos coló, y que siempre quedó allí en el fondo de la caja. Lo vi el día que la vacié. Pensaba dejarla abierta, pero dejé dentro el billete, la cerré, dejé la llave encima, y me marché. Nadie necesitaba más aquel armatoste, y saber que solo yo podía abrirla me hacía sentir alguien.

Sí, lo sé, soy una sentimental. Después entregué todas las llaves menos una; la llave de la puerta de mi despacho ¿Qué importancia tenía? Esa puerta la dejé abierta, y hace pocos días seguía abierta. Desde la valla la vi. Sentí nostalgia. Lo sé, soy una sentimental.


Si puedo no volveré, porque el deterioro será implacable. Espero que aquella puerta siga abierta. Ya nadie la cerrará. Nunca me han gustado las puertas cerradas.