Me fastidia escribir sobre esto porque pienso que es un tema
sobre el que no habría que hablar nunca. Cada uno somos como somos, somos lo que
somos, pero ante todo somos respetables por ser como somos y por ser lo que
somos. Pero cuando alguien se salta esa línea y empieza a decir gilipolleces
para dejar claro que está por encima de, que es mejor que, que te doy mil
vueltas pero como soy humilde no he querido dejarte en ridículo; entonces me
caliento, y cuando me caliento lo que ocurre es que el dedo me pide tecla, y yo
se la doy.
El jueves vi el debate entre Cañete y Valenciano. Francamente
hubiera preferido una buena película porque ninguno de los dos me convenció de
nada. Ninguno de los dos me pareció que estaba a la altura de lo que se
esperaba de ellos. ¡Pero!.................
Al día siguiente uno de ellos con sus brillantes
declaraciones consiguió regalar al otro todo lo que en el debate ninguno había
ganado por méritos propios.
Las declaraciones del señor Cañete me repugnan. A mí no me
sirve el dejo caer la frase, luego pido perdón, me confieso, y aquí no ha
pasado nada. ¡No!, lo dicho, dicho está, se ha retratado.
Siempre he pensado que lo que más grande hace a una persona
es la humildad. Es cierto que todos no somos igual de inteligentes, ni igual de
guapos, ni igual de altos, ni igual de rubios. Ni igual de imbéciles tampoco.
Pero también es cierto que la inteligencia, en este caso, no es patrimonio
exclusivo de un solo sexo. Por suerte, hay hombres muy inteligentes, y mujeres
muy inteligentes. No sé, ni me importa, como se distribuye ese porcentaje. Pero
sí sé algo.
Las personas (y digo personas porque eso es lo importante,
sin distinción de sexo). Las personas inteligentes no presumen de ello, no
necesitan hacer declaraciones absurdas para dejar claro su nivel intelectual.
Eso se demuestra con el hacer diario, con los actos que día a día te retratan,
con lo que los demás perciben de ti. Con el silencio.
Una persona que presume de su nivel intelectual, mucho más de
forma gratuita, es una persona en la que yo nunca confiaría. “Dime de qué
presumes y te diré de lo que careces”.
El debate del jueves, para mi humilde entender, no lo ganó
ninguno de los dos. Pero usted señor Cañete, con sus inteligentes declaraciones
horas después, ha dado la victoria a la señora Valenciano. No sé si es lo que
pretendía. Dudo que con su brillante inteligencia sea lo que quería, pero con
su declarada inteligencia es lo que ha conseguido.
Y esto lo firma una mujer que no se considera tonta, pero que
nunca se declarará más inteligente que nadie.
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