viernes, 23 de agosto de 2013

El punto de no retorno



Hace tiempo que no siento esa sensación. Era extraña, y por suerte pasajera. Sin embargo me hacía dudar, y casi siempre plantearme si no me había equivocado. No sé si esto era normal o solamente me ocurría a mí.

He escuchado decir miles de veces que somos animales de costumbres, y desde luego es cierto. Mientras nos encontramos dentro de nuestra área de movimientos, y pensamos que lo tenemos todo controlado, nos sentimos seguros. Desde luego esa seguridad es algo psicológico, puesto que nada está bajo nuestro control absoluto.
Entre algunas de mis pasiones se encuentra la de viajar, aunque no lo he hecho tanto como yo quisiera, pero probablemente sí mucho más de lo que algunos desearían. Y en esa aventura que siempre supone un viaje, me he sentido en algunos momentos en el que yo llamo “el punto sin retorno”. Es algo que no me ocurre siempre, solamente en los viajes largos en los que llegado a un punto del trayecto, hay diferentes escalas donde pierdo el contacto con mi punto de partida, mi punto de referencia. Y durante algunos minutos me siento desubicada, y comienza esa sensación de la que hablo. Siempre ocurre dentro del segundo o tercer avión al que subo, cuando el punto de partida y llegada ya no tienen nada que ver con mi país, cuando las personas que me rodean ya no hablan mi idioma. En ese momento mi estómago se llena de mariposas, y en mi cabeza escucho una frase que solo escucho en estos momentos: “¿pero tú qué haces aquí?, ¿qué se te ha perdido aquí?”

No es miedo, ni a volar ni a lo que voy a encontrar en esa aventura en la que ya no hay marcha atrás. Es simplemente sentir que he llegado a un punto sin retorno, del que soy consciente cuando entro en ese avión que me lleva de Dubai a Colombo, de Singapur a Hanói, de Estambul a Taskent, de Karachi a Katmandu, por ejemplo. En ese momento ya nada me une al lugar del que partí y donde me siento segura, solo porque es el lugar donde estoy acostumbrada a moverme. Es esa inquietud de encontrarse en un mundo desconocido, pero al mismo tiempo atrayente.

Pienso que debe ser algo parecido a hacer un vuelo sin motor. Mientras estás elevándote, unido a la avioneta que te arrastra hacia el cielo, te sientes seguro, amarrado a tu punto de referencia. Pero cuando te sueltan, cuando ya no tienes nada fijo o conocido a lo que agarrarte, uau, entonces ….. Algo parecido es lo que me ocurre cuando subo a ese segundo o tercer avión que me acerca a mi destino y me aleja de mi punto de seguridad.
Pero merece la pena, solamente dura unos minutos, y el resultado final siempre es fascinante.

Últimamente empiezo a echar de menos esa sensación de haber llegado al “punto sin retorno”. Es cierto, somos animales de costumbres, pero qué emocionante es hacer de vez en cuando un vuelo sin motor. Uaaaaaauuuuu

No hay comentarios:

Publicar un comentario