Hoy quiero
contar una historia.
Había una
vez dos personas que se conocieron por motivos de trabajo. Una de ellas (A)
llevaba bastantes años en la empresa cuando llegó la otra (B). Habían sido años
difíciles y A no estaba muy bien vista cuando todo cambió y se comenzó de cero.
Pero por circunstancias desconocidas para A, continuó en la empresa a pesar de
las desconfianzas, y a pesar de que algunas personas conspiraron contra ella.
Personas que pasados los años, volvieron a tratarla con respeto como si nada
hubiera ocurrido. Pero esa es otra historia.
B y A
conectaron desde el primer momento. B inició su andadura en la empresa como
secretaria de dirección, de esa dirección que en un primer momento no era muy
partidaria de A. Aunque por circunstancias que no vienen al caso, A continuó, y
no solamente ganó la confianza de la nueva dirección, sino que demostró que era
una persona en la que se podía delegar y en la que se podía confiar. Pero esa
es también otra historia.
A y B
comenzaron a trabajar juntas, trabajaban bien, ambas eran responsables,
comprometidas. Ambas se parecían mucho, lo daban todo en el trabajo sin pedir
nada a cambio. A y B con el paso de los años se convirtieron en amigas, en
grandes amigas. Las dos conocían sus problemas, sus inquietudes, sus ilusiones
y sus desilusiones.
Pocos años
después de haberse conocido, A consiguió un puesto de responsabilidad, y B
pensaba que era lo justo. La relación entre ambas era de respeto hacia el
puesto que cada una ocupaba, pero ante todo seguían siendo amigas, como siempre
lo habían sido. Se apoyaban en todo, se complementaban y los momentos difíciles
que siempre surgen en cualquier trabajo, lo eran menos porque las dos tenían
alguien con quien hablar y en quien apoyarse. Aquella relación solo tenía un
nombre: AMISTAD, con letras mayúsculas, porque así era.
Pero llegó
la crisis, la maldita crisis, y la dirección cayó sustituida por otra nueva
dirección. Y tanto A como B tuvieron que volver a empezar como todos los demás.
Volver a demostrar y a ganar la confianza de nuevo. La crisis se agudizó y hubo
que tomar decisiones, decisiones duras para poder salir adelante. Hubo que
despedir a algunas personas.
Se
propusieron varios nombres, y a A le propusieron los que afectaban a su
departamento. Ella sabía que B era una persona muy válida, y no porque fuera su
amiga, sino porque realmente era una persona muy válida. Y así lo dijo y lo
defendió. B siguió adelante, continuaron trabajando juntas, y continuaron
siendo amigas.
Pero la
crisis continuó cada vez más cruel, cada vez más dura. Y las decisiones de
recortes continuaron. Hasta que llegó un día en el que se planteó un ERE de
extinción para 17 personas. A fue informada de que quizá B estuviera dentro de
ese grupo, y A defendió a B como una persona muy válida que debía seguir
adelante. En ese momento A cometió un error, o quizá no lo hizo. Como
responsable que era, no podía decir a B cuáles eran las propuestas de la
empresa, antes de que nada fuera oficial. Como amiga que era de B, le dolía lo
que imaginaba que iba a ocurrir, y le dolía no avisarle. Optó por callar y ser
leal a lo que se esperaba de ella como responsable de su departamento. Aunque
intentó defenderla y salvarla.
Un día el
jefe de A le comunicó que al día siguiente iban a despedir a B, no se contaba
con ella para el futuro. El jefe le dijo a A que sabía que se llevaban muy bien
pero que la decisión estaba tomada y no había vuelta atrás. A se quedó mal, sus
intentos por salvar a su amiga no habían servido, y B no sabía nada.
A y B se
conocían muy bien, las dos sabían que la otra le contaría cualquier cosa que le
ocurriera o que le preocupara, aunque A por responsabilidad no dijo nada a B
sobre lo que iba a ocurrir. Pero imaginó que en cuanto le comunicaran la
noticia, B vendría a decírselo, buscaría su consuelo y su apoyo como siempre lo
habían hecho.
Al día
siguiente A vio como B pasaba por delante de su despacho camino del despacho de
su jefe, y como volvió sobre sus pasos al cabo de unos minutos. Pero B pasó de
largo por delante del despacho de A, sin mirarla y sin decirle nada. Desde ese
momento, A solo cometió errores, o quizá los cometieron las dos.
A se enteró
de que a B le habían pedido que se quedara dos semanas más hasta finalizar el
mes, y después ya no continuaría. También se enteró de que le habían pedido
discreción y que no se lo dijera a nadie. Por eso A pensó que B no le decía
nada, y al mismo tiempo A continuó en silencio porque no sabía, o tenía miedo a
decirle a B que sabía lo que había ocurrido. En cualquier caso, ambas esperaban
que la una fuera a hablar con la otra, como siempre lo habían hecho. Pero
ninguna lo hizo.
Unos días
antes de finalizar el mes una compañera le dijo a A que el día siguiente sería
el último día de B en la empresa, que prefería marcharse antes porque le
resultaba muy triste la situación, y le dijo que todos lo sabían
desde hace días y habían estado a su lado. A se sintió hundida porque no
conocía esto, pensaba que B no había dicho nada, pero había hablado con todos
menos con ella, incluso con aquellos que no la habían apreciado mucho y que
habían conspirado contra ella.
Entonces A
fue a buscar a B, la abrazó y le dijo que lo sentía mucho, que se había
enterado que al día siguiente se marcharía. B le contestó: nunca hubiera
esperado esto de ti. A intentó explicarle todo lo que había ocurrido, lo que
había intentado hacer para salvarla, pero a B no le interesaba, se sentía
traicionada.
B se marchó
sin decir nada más a A. No se despidió de ella, ni siquiera la miró. Durante
los días siguientes A le escribió mails que B no contestó, le pidió perdón. A
intentó enterarse a través de otros compañeros, cómo estaba B, pero no
consiguió que B hablara con ella. A conocía a gente influyente, e intentó a
través de ellos que la ayudaran a conseguir el trabajo que merecía, B era una
buena secretaria de dirección. Pero B no aceptó nada que pudiera venir directa
o indirectamente de A.
La crisis
siguió agudizándose, y ahora A trabaja muy cerca del lugar donde vive B. Cada
día se acuerda de ella y se pregunta ¿cómo está, tiene trabajo? Pero nunca
recibe respuestas.
De todo
esto hace 10 meses. Sé que me equivoqué, y siempre tendré que vivir con el
dolor que esa equivocación me provoca. Quizá nos equivocamos las dos. Yo acepto
tu error, pero lo que me duele es el mío, porque no sé cómo enmendarlo, y eso
me entristece muchísimo. En esta época donde lo que prima es la avaricia y el
egoísmo, me doy cuenta que una amistad vale más que cualquier otra cosa, y yo
la jodí.
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