martes, 27 de agosto de 2013

Noches de buenos amigos y tequila



Hoy revisando fotos de estos últimos años he encontrado una foto de Mikao, y eso me ha hecho recordar los buenos ratos que pasé con esta persona hace cinco años en México. Mikao es japonesa, y cuando yo la conocí llevaba dos años viviendo allí, aprendiendo español. Volvía a su país, pero antes quería hacer un recorrido para conocer algunos de los lugares que no conocía. Se unió a mí y a otras personas que en aquel momento coincidimos en el tiempo, y juntos iniciamos un periplo por Chiapas.
Nunca pude entender por qué Mikao tenía miedo de hacer ese recorrido en solitario, cuando ella había vivido en Ciudad Juarez, una ciudad en territorio comanche. Pero Mikao era así, su inocencia era abrumadora, y compartir aquellos días con ella fue toda una experiencia.

Cada vez que pienso en los días que pasamos en San Cristóbal de las Casas, me acuerdo de Mikao. Cuando el coche que nos llevaba allí nos dejó tirados a 10 kilómetros, a las 6 de la tarde, con el anochecer acercándose y sin saber qué hacer. Y lo único que se le ocurrió fue salir a la carretera y exclamar: no puede hacerse nada, la maldición de Motesuma. Y a continuación sentarse en el arcén de la carretera. Ella lo llamaba así, Motesuma.

Ahora me río cuando la veo allí sentada mientras los demás intentábamos empujar para que el coche se pusiera en marcha, mientras ella nos decía: imposible, la maldición de Motesuma.

Para ella todo era por culpa de Motesuma, era genial. El primer día que nos levantamos en San Cristobal, llevábamos todos una resaca de campeonato, y ella decía: la maldición de Motesuma.

_ No Mikao, esto no tiene nada que ver con Motesuma, esto son los tequilas que bebimos anoche

Pero ella siempre seguía con su propia versión.

Qué noches tan memorables pasamos en el Café Revolución, en San Cristóbal de las Casas. Un ambiente impresionante. Éramos un grupo de gente en busca de experiencias interesantes, compartiendo margaritas y tequilas, conversación y buena música.

Cuando Mikao se animaba a cantar, no se le notaba el acento, y se olvidaba de Motesuma, aunque a la mañana siguiente cuando le dolía la cabeza, volvía a recordarlo.
Cuando decida ir a Tokio, me pondré en contacto contigo Mikao. Seguro que no has olvidado aquellos buenos ratos.

Un saludo, compañera de aventuras

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