Hoy
revisando fotos de estos últimos años he encontrado una foto de Mikao, y eso me
ha hecho recordar los buenos ratos que pasé con esta persona hace cinco años en
México. Mikao es japonesa, y cuando yo la conocí llevaba dos años viviendo allí,
aprendiendo español. Volvía a su país, pero antes quería hacer un recorrido
para conocer algunos de los lugares que no conocía. Se unió a mí y a otras
personas que en aquel momento coincidimos en el tiempo, y juntos iniciamos un
periplo por Chiapas.
Nunca pude
entender por qué Mikao tenía miedo de hacer ese recorrido en solitario, cuando
ella había vivido en Ciudad Juarez, una ciudad en territorio comanche. Pero
Mikao era así, su inocencia era abrumadora, y compartir aquellos días con ella
fue toda una experiencia.
Cada vez
que pienso en los días que pasamos en San Cristóbal de las Casas, me acuerdo de
Mikao. Cuando el coche que nos llevaba allí nos dejó tirados a 10 kilómetros, a
las 6 de la tarde, con el anochecer acercándose y sin saber qué hacer. Y lo único
que se le ocurrió fue salir a la carretera y exclamar: no puede hacerse nada,
la maldición de Motesuma. Y a continuación sentarse en el arcén de la
carretera. Ella lo llamaba así, Motesuma.
Ahora me
río cuando la veo allí sentada mientras los demás intentábamos empujar para que
el coche se pusiera en marcha, mientras ella nos decía: imposible, la maldición
de Motesuma.
Para ella
todo era por culpa de Motesuma, era genial. El primer día que nos levantamos en
San Cristobal, llevábamos todos una resaca de campeonato, y ella decía: la
maldición de Motesuma.
_ No Mikao,
esto no tiene nada que ver con Motesuma, esto son los tequilas que bebimos
anoche
Pero ella
siempre seguía con su propia versión.
Qué noches
tan memorables pasamos en el Café Revolución, en San Cristóbal de las Casas. Un
ambiente impresionante. Éramos un grupo de gente en busca de experiencias
interesantes, compartiendo margaritas y tequilas, conversación y buena música.
Cuando
Mikao se animaba a cantar, no se le notaba el acento, y se olvidaba de
Motesuma, aunque a la mañana siguiente cuando le dolía la cabeza, volvía a
recordarlo.
Cuando
decida ir a Tokio, me pondré en contacto contigo Mikao. Seguro que no has
olvidado aquellos buenos ratos.
Un saludo,
compañera de aventuras
No hay comentarios:
Publicar un comentario