No sé si
las circunstancias actuales me permitirán en algún momento volver a vivir una
aventura como la que para mí siempre ha supuesto emprender un viaje. Creo que
es una experiencia que te enriquece en todos los sentidos, te ayuda a ser más
comprensivo, y sobre todo más tolerante, algo que se echa en falta en muchas
personas. No se puede ser tolerante sin respetar a los demás, y no se puede
respetar a los demás sin conocerlos antes, sin conocer sus costumbres, su vida,
sus inquietudes. Para mí lo más importante en todos y cada uno de mis viajes es
el trato humano. En alguna ocasión he dicho, y quienes me conocen me lo han
escuchado decir a menudo, que he aprendido más viajando y conociendo gente, que
en años de estudios. Son muchas, muchísimas las experiencias y las lecciones aprendidas
a lo largo de tantos kilómetros.
Pero además
de las personas, hay algo que siempre me ha atraído de una forma especial, las
ciudades míticas. Y ya no digo nada de las ciudades perdidas. Es realmente
magnífico sentirse en algún momento un poquito Indiana Jones, y sino descubrir,
al menos vivir la magia de la ciudad perdida. Es un sueño precioso. Y a veces
los sueños se hacen realidad.
Hay en el
mundo tres lugares que permanecieron perdidos durante siglos, tres lugares
grandiosos, imponentes, tres ciudades que marcaron un hito en su momento. Tres
ciudades construidas por culturas con un nivel de conocimiento avanzado. Ninguna
de ellas tuvo relación con las otras, ninguna conoció nunca la existencia de
las otras dos, pero las tres tienen algo en común.
Vivieron su momento de esplendor, y después,
por circunstancias desconocidas, fueron abandonadas cayendo en el olvido. El
tiempo hizo que todos se olvidaran de ellas, y la naturaleza las escondió del
mundo, las protegió. Hasta que un hombre, en realidad tres hombres diferentes,
por pura casualidad o porque los lugareños rumoreaban y ellos supieron entender
esos rumores, las encontraron.
La primera
de esas ciudades es Machu Picchu, la ciudad perdida de los incas. Fue
descubierta por Hiram Bingham a principios del siglo XX. Situada en lo alto de
una montaña en el Valle Sagrado de los Incas, su ubicación, colgada en el
vacío, rodeada de montañas y de abismos impresionantes, hacía casi imposible su
localización.
La segunda
de esas ciudades es Petra, la ciudad perdida de los nabateos. Fue descubierta
por Johann Buckhardt a finales del siglo XIX. Situada en el centro de un
desierto de roca y arena rosa, escondida por riscos y paredes elevadas,
solamente se podía acceder a ella a través de un desfiladero natural cuya
entrada nadie conocía, excepto los pastores bereberes que siempre habían vivido
allí.
La tercera
ciudad es Angkor, la ciudad perdida de los khemer. La ciudad perdida en la
selva de Camboya. Descubierta por Henri Mahout durante la segunda mitad del
siglo XIX, se encontraba totalmente invadida por la exuberancia de la jungla
camboyana. Hoy en día la vegetación invade gran parte de sus monumentos,
confiriéndoles una característica especial.
Yo he
podido a lo largo del tiempo, conocer las tres ciudades. La primera que conocí
fue Angkor.
ANGKOR
PETRA
MACHU PICCHU
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