viernes, 6 de diciembre de 2013

Placeres, personas, y barreras arquitectónicas



La vida está hecha de pequeños placeres, y el mayor de ellos se encuentra a través de las personas que van pasando por tu vida de forma más o menos esporádica, o incluso permanente. Hoy quiero hablar de una de esas personas, Margarita, o Marga para quienes tenemos la suerte de conocerla.
Yo conozco a Marga desde hace años, la conocía de vista, como a tantos otros vecinos de los portales próximos al mío, pero no hablábamos. Quizá a veces un buenos días. Marga vive en el mismo edificio que yo, un edificio con tres portales. Vivimos en portales diferentes. Es algunos años más joven que yo, aunque francamente no sé cuántos, no se lo he preguntado, ni necesito hacerlo. Marga es paralítica de nacimiento. Siempre la he visto en su silla de ruedas paseando a su perro, o esperando al autobús municipal adaptado que la lleve a donde necesita. Desde hace un año, he hablado más con ella. Durante las últimas horas de algunas tardes de verano, la veía pasar junto a la terraza del chino donde yo estaba tomando un cañita fresca. Este verano la invité a sentarse conmigo, y poco a poco nos fuimos conociendo. Supe que desde hace año y medio está en el paro, como muchos otros españoles.
Ahora que yo me encuentro como ella, nos vemos más a menudo.

Ayer me encontraba en el mercado, esperando mi turno para el pescado, cuando la vi llegar empujando su silla de ruedas. Siempre me dice que vendrá cuando yo esté, pero nunca viene. Me alegré de verla. Los días son más alegres hablando con ella. Hicimos nuestras compras y la ayudé a llevar sus bolsas. Me contó que antes tenía una chica que la ayudaba para estos menesteres, pero desde que perdió el trabajo y no recibe ninguna ayuda oficial, no puede pagar a nadie.

Yo: ya sabes que yo ahora estoy libre, quedamos para venir a comprar y yo te llevo la compra en mi carro
Marga: vale, te envío un whatsapp y bajamos
Yo: después nos tomamos un café
Marga: a sí, guay (aquí ya Marga sonreía)

Total que ayer dicho y hecho, fuimos a tomar un café a una cafetería que han reabierto enfrente de nuestro edificio. El dueño, un chico búlgaro muy simpático, ya la conoce y ha puesto una rampa en la entrada que salve el escalón, para que ella pueda entrar. Fue un rato muy agradable, y no será el último. Los mayores placeres de la vida se encuentran al lado de personas que te llenan pequeños momentos que pueden parecer insignificantes.
La ayudé a cruzar la calle para ir hacia nuestras casas, y entonces me di cuenta de algo que hasta entonces no había visto, y mira que paso por allí todos los días. Cuando llegamos al paso de cebra, tuvimos que desplazarnos hacia la derecha unos metros hasta encontrar un rebaje en la acera, pero toda la zona de rebaje estaba ocupada por coches, así que tuvimos que volver al paso de cebra y ayudarla, puesto que para ella sola era imposible. Me contó el tema.
Este verano yo recordaba que habían trasladado el paso de cebra unos metros, no sé por qué lo hicieron, pero los trabajadores del ayuntamiento estuvieron un par de días trabajando en ello. Pues bien, en el nuevo paso de cebra, no rebajaron el bordillo, de forma que el rebaje se quedó en la ubicación antigua. Pero como ese lugar ya no era paso de cebra, los vehículos aparcan. Y Marga se encuentra con un gran problema. Si hay coches aparcados no puede cruzar la calle, y si no hay coches aparcados, puede hacerlo, pero arriesgándose a que si la atropellan tenga las de perder porque no está cruzando por el paso. Me dijo que desde que lo pusieron, ha escrito varias veces al ayuntamiento protestando, y lo único que recibe es la contestación de que no hay presupuesto, que cuando toque ya lo rebajarán.
Vergonzoso. Por suerte la solidaridad de las personas hace que siempre alguien la ayude cuando el rebaje está ocupado por coches.

Por cierto, mientras escribía todo esto he recibido un whatsapp de Marga. Para ver qué tal el día, qué iba a hacer.
Gracias guapa por los pequeños ratos, te contesto ahora y nos tomamos una cañita, que para eso es fiesta. Nadie nos va a quitar estos pequeños placeres.
En la cafetería del búlgaro, que nos pone maíces y cacahuetes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario