domingo, 15 de diciembre de 2013

Delirios en una mañana de niebla



Siempre he dicho y defendido, y siempre seguiré diciendo y defendiendo, que lo más interesante de la vida es el contacto con otras personas: relacionarse, conocerlas, compartir, escuchar, que te escuchen (si es posible más escuchar, cosa que a veces no sabemos hacer, y yo me pongo la primera de la lista), en definitiva, aprender de los demás. Imaginemos por un momento, yo lo hago a veces, mi cerebro es así de fantasioso, que salimos de casa y no hay nadie en la calle, todo está desierto: no circulan vehículos, ni bicicletas, ningún otro ser humano; las calles, las avenidas, todo está vacío de gente; incluso las tiendas se encuentran abiertas pero no hay nadie en su interior, tampoco los dependientes. En definitiva, de pronto somos conscientes de que estamos solos en el mundo. Por alguna razón que no llegamos a entender, todo el mundo ha desaparecido excepto nosotros. Todo lo que hasta ese momento hemos deseado está a nuestra disposición, solo tenemos que entrar y cogerlo. Ese coche deportivo que nunca hemos podido adquirir, ese vestido, el i-pad de última generación, etc etc, todo es nuestro, pero no hay nadie para compartirlo, para admirarnos, ni siquiera para presumir pasando a su lado al volante de ese super bólido. En fin, todo pierde valor porque nos falta lo principal, el calor de otras personas, su contacto.
Después de esta alucinación en una mañana de domingo con niebla, (será la niebla, porque solamente me he tomado un café, de eso estoy segura), casi he olvidado el motivo por el que he empezado a escribir esta entrada en el blog.
Quería hablar de lo interesante que es la relación con otras personas, y de las sorpresas que te puedes encontrar a lo largo de ese camino, pero ahora solo tengo en mi cabeza este año 2013.
Este año 2013 que ya está a punto de terminar, ha sido para mí el punto del camino en el que te encuentras un telón que de pronto se levanta delante de tus ojos, y te muestra lo que hasta ese momento no veías, o no querías ver, o simplemente ignorabas. Y al mismo tiempo también ves lo que hasta entonces no creías, o pensabas que no estaba a tu alcance, que nunca sería para ti, pero sí era para ti.
Es duro cuando en un minuto se te abren los ojos y todo aquello por lo que has luchado tantos y tantos años, se derrumba. Y lo más duro no es lo que pierdes, para mí lo más duro es comprobar que quizá tu esfuerzo, tu sacrificio, y sobre todo tu relación con esas personas con las que has compartido tantas cosas, tantas ilusiones e incluso fracasos, se esfuman. Y al cabo de unos días ya no puedes llegar, dar un buenos días, tomar el primer café junto a la máquina, sonreír a José Ángel, a Virginia, a Alfredo, a Irene, etc, etc. Ahora solo te preguntas, ¿me recordarán todavía?, o incluso, ¿los recordaré yo cuando pase el tiempo?. Es curioso que al final lo que más duele es la pérdida del contacto con la gente que forma tu mundo, tu vida.
Pero también es gratificante comprobar que otras personas entran en esa tu vida, por otros motivos y otras circunstancias. Que se inicia de nuevo el círculo en el que conoces, escuchas, aprendes. Personas interesantes, que te dan lo que hasta ese momento pensabas que no estaba a tu alcance, que nunca sería para ti.
En fin, el yin y el yan, los polos opuestos. Eso ha sido para mí este año que termina. Seguro que quienes han protagonizado ambos, sabrán reconocerse. A los unos, quizá volvamos a encontrarnos, yo no quiero olvidaos, fuisteis mis compañeros y algunos mis amigos, y eso para mí es muy importante. A los otros, espero que sigamos viéndonos durante mucho tiempo: conociéndonos, escuchándonos, aprendiendo, viviendo.

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