miércoles, 29 de enero de 2014

Buenas tardes señor ministro



No sé cómo va a quedar definitivamente la ley del aborto que el señor Gallardón nos ha impuesto con el argumento de ser la ley que “más y mejor vela por los derechos y libertades de las mujeres”. Probablemente se incluya el supuesto de malformación del feto, aunque imagino que con bastantes limitaciones. Por lo demás, supongo que pocas o nulas modificaciones podremos ver.

Yo, como mujer, puedo decir que lo que percibo es una pérdida de mis derechos, y sobre todo una falta absoluta de libertad a la hora de poder decidir.

Mire Sr. Gallardón y demás seguidores de su doctrina. La libertad nunca se puede imponer, la libertad se ejerce. No se puede llamar libertad al hecho de que otros decidan por una mujer lo que es mejor para ella en una situación tan personal como es un embarazo. Nadie mejor que una mujer sabe cuál es su situación, y las opciones de futuro que tiene para poder afrontarla. Cuando una mujer toma la decisión de abortar, sabe muy bien lo que está haciendo y porqué. Ustedes nunca podrán saber ese porqué, ni podrán ponerse nunca en la situación por la que ella está pasando. Esa es siempre una decisión muy difícil, y desde luego es siempre muy meditada (no subestimen a ninguna mujer). Por eso, lo único que se puede esperar de un gobierno que dice proteger a sus ciudadanos, es eso, protección. Protección para que las decisiones tomadas con libertad, se puedan ejercer con unas garantías sanitarias adecuadas. Negar esa libertad es condenar a las mujeres que por sus circunstancias personales, no tienen o no pueden ir por otro camino, a la clandestinidad y al desastre.

Ya sé que muchos de los que apoyan esta reforma dirán: nadie te obliga a quedarte con ese hijo que no deseas, dalo en adopción. Sí, es cierto que hay mujeres que lo hacen, pero no olvidemos una cosa. Tanto esa, como la decisión de no continuar con el embarazo, son decisiones que la mujer debe tomar libremente, y nunca le deben venir impuestas. Hay mujeres que libremente han decidido tener a su hijo y darlo en adopción, y otras que han decidido no seguir adelante. Los motivos por los que unas optan por una salida y otras por otra, no podemos generalizarlos. Como ya he dicho, cada mujer tiene sus circunstancias personales, y lo que para una puede ser bueno, no tiene porqué serlo para otra.

Decir que con esta ley van a bajar las cifras de abortos es negar la realidad, igual que decir que con ella va a mejorar la coyuntura económica del país, es un despropósito. No mezclemos peras con manzanas. Lo que hace falta es una buena política de educación sexual para los jóvenes, y a partir de ahí libertad para elegir. Siempre va a haber mujeres que decidan interrumpir su embarazo (por las razones que solo ellas saben, por razones únicas y diferentes para cada una de ellas), y lo harán con ley o sin ley. De forma que al menos protejámoslas, las mujeres también tenemos derecho.

Pero todavía le digo más Sr. Gallardón. De la misma forma que cuando una mujer toma esta difícil decisión, seguirá adelante con ley o sin ella; también es cierto que por el hecho de que haya una ley que respete los derechos y la libertad de las mujeres, no habrá más número de abortos.

Le puedo decir, ya que parece que entiende tan poco a las mujeres:
1.      Hay mujeres que estando a favor del aborto, no optan por ejercerlo, y si en algún momento se encuentran con un embarazo no esperado, tienen a su hijo. Esto prueba que no por haber una ley abierta, hay más abortos.
2.      Lo que ya he estado señalando reiteradamente. La mujer que toma la decisión de abortar, seguirá adelante con ley o sin ella, porque solo ella sabe sus circunstancias.
Esto prueba que una ley restrictiva no evita los abortos.

Y ahora si me permite, quiero contarle una historia. 

Una de mis mejores amigas no tenía hijos. Nunca había encontrado una pareja lo suficientemente estable como para dar el paso de tener un hijo en común. Esa pareja la encontró a los 42 años. En ese momento, y debido a su edad, decidió que ya no los tendría (opción muy respetable por otro lado). Ella y yo hablamos mucho. Ella es una persona progresista, y recuerdo una conversación que tuvimos cuando estaba debatiéndose la ley actual que usted ha derogado. Ella me decía que por supuesto estaba de acuerdo con una ley que permitiera elegir libremente a cada mujer, y añadió algo más. Me dijo: todas tenemos derecho a elegir si queremos o no parir ese hijo, aunque si a mí me ocurriera, lo tendría.
Su padre estaba deseando tener una nieta, era su gran ilusión, aunque se había resignado a no tenerla nunca. Un día mi amiga me llamó para decirme que su padre había muerto de repente mientras dormía, por un ataque al corazón, estaba destrozada. Estuve en el entierro y después pasé unas semanas sin saber de ella. Vivimos en ciudades diferentes.
Dos meses después me llamó para darme una noticia, estaba embarazada. No lo había buscado, tomaba precauciones como las había tomado siempre, y nunca habían fallado. No se explicaba muy bien qué había fallado, pero estaba embarazada. Le preocupaba su edad, tenía ya 45 años y sería su primer hijo. Le pregunté qué iba a hacer, a su edad podía tener problemas. Me respondió que ella siempre lo había dicho, que si alguna vez le ocurría, lo tendría.
Hoy tiene una preciosa niña, coqueta y traviesa. Y ella, mi amiga, es una de las mayores defensoras de una ley del aborto sin restricciones. Porque ella, libremente, decidió tener a su hija, pero otras no pueden y también tienen derecho a elegir libremente lo mejor para sus vidas.

Quería contarle esta historia, señor ministro, para demostrarle que el ser una defensora de una ley del aborto, no significa ir corriendo a abortar.



domingo, 26 de enero de 2014

Reflexiones en una mañana de domingo (1)



¿Cuántos más Gamonal tienen que surgir para que nuestra clase política se dé cuenta de que la gente está desencantada?

¿Qué no pueden utilizar su cargo como un coto privado de caza donde una mayoría (simple o absoluta) les confiere impunidad total para actuar como lo hacen?

Sigo creyendo en la democracia como la mejor forma de gobierno, pero no en la democracia que estoy descubriendo cada día, formada por políticos corruptos, ambiciosos, faltos de sensibilidad hacia aquellos que los han elegido, oportunistas, caciques, manipuladores, mentirosos, prepotentes.

¿Por qué olvidan tan pronto que la oportunidad de su cargo se la ha concedido un grupo de personas a las que después olvidan, ignoran y roban?

¿Qué pasaría si en las próximas elecciones europeas, y el próximo año en las locales, incluso en las generales, solo votara un digamos, 5% de la población? ¿Se sentirán con legitimidad, no solo para gobernar, sino para decidir sobre los demás?

Las grandes revoluciones, los grandes cambios, siempre han surgido por un pequeño incidente sin relevancia. La chispa cuando la desesperación es tan grande, puede aparecer en cualquier momento.

Quizá un señor que tropieza en una baldosa rota de una acera y se rompe un pie

Quizá un joven que no encuentra su bicicleta, antes amarrada a una farola

Quizá un padre que tiene que salir del hospital para comprar un pañal para su bebé

Quizá ……….

Me da mucha pena, y sobre todo mucha rabia, ver a tanta gente desamparada, mientras aquellos que han elegido para protegerlos, se preocupan más de sus intereses personales. 

¿Cuántos más Gamonales tienen que surgir para destapar a alcaldes corruptos, y otros cargos públicos que con seguridad viven en su mundo de yupi, pensando que nunca se descubrirá su podredumbre? Pero un día en su ciudad olvidada, en su pueblo olvidado, un anciano cae al suelo y muere al ser empujado por un joven que en su desesperación por dar de comer a su hija, le roba la escuálida cartera, por ejemplo. Y ese día la chispa salta, no para masacrar al joven, sino porque ya no se puede aguantar más.

Yo sigo creyendo que el tiempo pone a cada uno en su lugar, aunque cada día me cuesta más creerlo. Me resulta muy triste observar como algunas de las principales instituciones hacen piña para salvar a una sola persona, solamente porque es ….

¿Y los demás?,  ¿Quiénes somos los demás?

Los demás somos quienes decidimos directa o indirectamente quienes forman esas instituciones. Somos los que pagamos. En definitiva, somos los que merecemos un respeto.

Nos han quitado derechos. Nos han destrozado una educación. Nos han quitado opciones de desarrollo en el exterior. Nos han limitado el acceso a una justicia que defienden como igual para todos. Nos han condenado a la inestabilidad laboral, a la precariedad laboral. Nos dicen que hay que trabajar más y ganar menos, para después enterarnos que quienes lo dicen son los mayores ladrones. Nos han quitado ayudas a la dependencia y al mismo tiempo nos obligan a traer al mundo hijos que no vamos a poder atender, ni van a apoyarnos para atenderlos. Nos han hecho tantas cosas que olvido la mayoría.
Y ahora pretenden recuperarnos como siempre, con palabras huecas como siempre, porque hay que empezar a mover ficha ante las próximas elecciones europeas.

Ayer escuchaba hablar a José Bono. Siempre me ha parecido una persona que habla claro. No sé si lo que dijo lo aplicaría en el caso de que fuese él quien gobernara, pero en cualquier caso la frase está cargada de una enorme verdad.

“No hay que trabajar para ganar elecciones, hay que trabajar para salvar a los ciudadanos”

Creo Pepe, que nunca nadie va a trabajar para eso. Nos dirán que sí, pero en realidad será para su propia ambición de poder (unos y otros y todos). Nos dirán por supuesto que para salvar primero tienen que ganar. Y cuando hayan ganado se olvidarán hasta la próxima. Y entre tanto su mayor preocupación será recalificar terrenos, conceder licitaciones de obras y a cambio adquirir áticos de lujo y otros bienes por un precio inferior a su valor, a cambio de los otros favores. Esta es nuestra realidad, y mientras no salte la chispa que haga que todo esto termine, nos seguirán utilizando solo para su interés cuando lleguen unos comicios.
Y la chispa puede estar en cualquier lado, sin ninguna duda.

Esta semana, mi padre me decía que había recibido una carta de la ministra Bañez para decirle que su pensión subiría este año y siempre, que el ministerio vela por los jubilados. Estaba muy enfadado, y con razón. Su pensión ha subido 0,87€. Recibir esa carta cuyo coste era superior casi con toda seguridad, supuso un insulto para mi padre. Pues sí papá, es un insulto a la inteligencia de todos los que como tú, habéis podido llegar a una edad en la que os habéis ganado una pensión. Pero es normal, ya están moviendo ficha de cara a las elecciones europeas. Por cierto, según he sabido, el coste de todas esas cartas ha sido de un millón y medio de euros, que por cierto podrían haberlo repartido entre todos los jubilados. Pero ya sabes que es más importante ganar elecciones que salvar ciudadanos.

También el otro día hablaba con mi vecina. Ella es auxiliar de clínica. Me decía que la situación se estaba volviendo insostenible y que no sabía cómo iba a terminar. Ahora estaba en maternidad, y ya apenas quedaban guantes para limpiar a los bebés. Me dijo que en unos días, casi con seguridad tendrían que limpiar varios culitos de bebés con los mismos guantes, o incluso sin ellos.

Ayer por la noche, por segunda semana consecutiva, toda la calle principal por la que yo pasaba, estaba tomada por los furgones de la policía, y todos ellos estaban apostados en todas las esquinas, en las puertas de los hoteles, en las plazas. Esto es lo que pasaba:

Vigilada por un fuerte dispositivo policial -- decenas de furgones de Policía se desplegaron minutos antes de las 18.00 a lo largo del paseo de la Independencia y no se retiraron hasta que finalizó el recorrido -- la marcha discurrió sin incidentes en medio de consignas como 'Rescatan a los bancos y hunden al obrero', 'Lo llaman democracia y no lo es'   

Lo dicho, la gente no puede más. No es ganas de pasar el rato, es hartazgo.

Me voy a dar un paseo, hace un día estupendo.




viernes, 24 de enero de 2014

La dignidad de los comerratas



A Jyoti la llaman comerratas. Sostiene a su hermana en brazos y camina sin resbalar por el fanguizal que es hoy su aldea después de la lluvia. Dice que tiene 19 años y parece que son 13: figura menuda, ojos de niña que ya no juega, un adorno en la nariz.

A Jyoti la llaman comerratas, como a toda su familia. Viven en la aldea de Kapil Dhara, a unos kilómetros al norte de la ciudad sagrada de Varanasi (Benarés), en el corazón del valle del Ganges, una explanada eterna que es el paraíso de los dioses hindúes y budistas y una ciénaga para sus mortales. En los 10 kilómetros que separan el río santo de la aldea de Jyoti se extiende la vida en forma de pasta densa y concentrada, como si no hubiera sido terminada de untar. Una pobreza urbana monocorde y contundente camufla entre borrones de suciedad escenas que ya por separado serían insoportables. El barro colecciona rostros, el agua encharcada hace tiempo que dejó de buscar una alcantarilla, los edificios son tela raída.

En el epicentro mundial de la superpoblación las leyes de la física mutan; las motos y los coches están libres de las reglas de la inercia, sus conductores no sienten miedo; los que pasean no pasean, atraviesan corrientes de tráfico y esquivan hombros; la gravedad no afecta a las estanterías de las tiendas, que acumulan telas, zapatos y semillas que a pesar del bullicio están ahí para no ser vendidas nunca; las ruedas de las bicicletas y los rickshaws no se pinchan a pesar de que el asfalto de las calles está enterrado en polvo y basura, agujeros y piedras; los hombres resisten recostados sobre cualquier esquina el murmullo infartado de las bocinas, que no se avisan sino que conversan.
El punto de apoyo para que Varanasi no pierda por completo su contacto con las normas físicas de este mundo parece estar sobre el lomo de las vacas: deambulan nunca muy lejos de sus invisibles dueños con la parsimonia de la que respira aire tranquilo en una dehesa, con la tranquilidad de lo sagrado, con la pesadez del centro de una órbita.
A Jyoti la llaman comerratas, como a toda su familia, como a muchas de las personas de su aldea. Mira con ojos avergonzados y escépticos. Le preguntamos qué quiere ser de mayor en un impulso egoísta para recibir una caricia de su inocencia todavía infantil, para que contradiga con algo de esperanza lo que dicen sus ropas, su pelo, sus pies, sus manos, su debilidad física. "Maestra", responde sin entusiasmo, consciente de la ficción. "Ya eres maestra de tu hermana, ¿verdad?", decimos ya rozando el patetismo. "Sí".

A Jyoti la llaman comerratas, como a toda su familia, como a muchas de las personas de su aldea, como a cientos de miles de personas más en varios Estados del norte de la India, porque así es como llaman a toda su tribu: son los musahar, un grupo de la casta de "los intocables", el nivel más excluido del sistema de segregación social que sigue imperando en la India, a pesar de los esfuerzos públicos por corregirlo a través de cuotas y discriminación positiva en algunas instituciones.
La propia filosofía divina que hay tras el sistema de castas frena esa emancipación: la creencia hindú dice que quien ha nacido siendo un dalit, un marginado, es como pago por lo hecho en una vida anterior; por tanto, lo que hay que hacer para ser algo más privilegiado es portarse bien en esta vida.
En las camas de Kapil Dhara no hay colchones. Un somier de madera atravesado por cuerdas gruesas preside los cuartuchos de casas de barro; de pared a pared, algunas veces de ladrillo como símbolo de prosperidad, un cordel sostiene el peso de las colchas y de la ropa familiar que escurren la humedad.  
En la calle empedrada un cerdo engorda en un barrizal oscuro a la puerta de una casa que venderá su carne. En la esquina de más acá luce una pequeña tienda que presume con tiras de paquetitos de dulces prefabricados colgando del quicio y bolsas de galletas clavadas en la pared; en el escalón, la madre prepara bandejas de cereales, la abuela pela verdura y los niños juegan con dos piedras redondeadas hasta que hacen de canicas. El padre de la familia, que va y viene con la moto cada tanto a por la mercancía, observa desde el claroscuro.
Una de las cosas que ve, a su derecha, es a dos chicas en los límites del cultivo fregando los platos con barro, a falta de estropajo y jabón. A su izquierda, una señora hace una de las especialidades de los musahar, unas coronas de hojas secas cosidas para emplatar comida en bodas y fiestas.
El viaje hacia la dignidad en la ciénaga santa de Varanasi necesita de mitos nuevos; necesita de leyendas que cambien la condena divina por autoestima, la reencarnación por la urgencia, la sumisión por la lucha.

Hay días en los que termino ya demasiado harta de sinvergüenzas, y hoy, después de ver al último de ellos, con un ojo tapado (no sé si por filibustero, o porque alguien con buen criterio le ha estampado el puño en él, por no decir que le ha dado una buena hostia), me resulta más gratificante leer artículos como el anterior, un magnífico reportaje de Juan Luis Sánchez.

Y me resulta gratificante porque Jyoti y los demás son personas luchadoras, personas dignas de admiración. Ellos sí saben lo que es el sacrificio, la lucha diaria para sobrevivir. Ellos están aquí igual que todos nosotros, no lo pidieron, pero están. No eligieron el lugar, pero el destino los puso allí, como podía habernos puesto a nosotros.

Yo no conozco a Jyoti, pero sí he conocido a otros en situaciones similares. Y todos, creo que en alguna ocasión ya lo he dicho, me han enseñado mucho. Mucho más de lo que se pueda imaginar. Me han enseñado a vivir y a amar la vida.

Ellos no tienen áticos de lujo, ni cuentas en Suiza. No se hacen fotos junto a sus presas de caza mayor. No esquían en Canadá, ni cobran comisiones millonarias. Ellos solamente intentan vivir donde el destino les ha colocado. No tienen nada, o tienen muy poco.

Pero os aseguro, y puedo dar fe de ello, que si tenéis la suerte, la inmensa suerte de entrar en su humilde vivienda, os ofrecerán lo poco que tienen.

Me siento afortunada de haber podido conocer a gente así. Mucho más afortunada de lo que se puedan sentir Correas, Blesas, Gonzales, Bárcenas y demás camarillas, de sus poderosas amistades oportunistas.

Aprendamos de gente como Jyoti, aprendamos a vivir y a amar la vida, porque quizá en unos años, en este país haya muchos Jyoti.

Quizá lo seamos cualquiera de nosotros.



miércoles, 22 de enero de 2014

La responsabilidad de los administradores



Ley de Sociedades de Capital
Artículo 236 Presupuestos de la responsabilidad
1. Los administradores de derecho o de hecho como tales, responderán frente a la sociedad, frente a los socios y frente a los acreedores sociales, del daño que causen por actos u omisiones contrarios a la ley o a los estatutos o por los realizados incumpliendo los deberes inherentes al desempeño del cargo.
Artículo 237 Carácter solidario de la responsabilidad
Todos los miembros del órgano de administración que hubiera adoptado el acuerdo o realizado el acto lesivo responderán solidariamente, salvo los que prueben que, no habiendo intervenido en su adopción y ejecución, desconocían su existencia o, conociéndola, hicieron todo lo conveniente para evitar el daño o, al menos, se opusieron expresamente a aquél.


Ley de Sociedades Anónimas
Artículo 133. Responsabilidad.
1. Los administradores responderán frente a la sociedad, frente a los accionistas y frente a los acreedores sociales del daño que causen por actos u omisiones contrarios a la ley o a los estatutos o por los realizados incumpliendo los deberes inherentes al desempeño del cargo.
2. El que actúe como administrador de hecho de la sociedad responderá personalmente frente a la sociedad, frente a los accionistas y frente a los acreedores del daño que cause por actos contrarios a la ley o a los estatutos o por los realizados incumpliendo los deberes que esta Ley impone a quienes formalmente ostenten con arreglo a ésta la condición de administrador.
3. Responderán solidariamente todos los miembros del órgano de administración que realizó el acto o adoptó el acuerdo lesivo, menos los que prueben que, no habiendo intervenido en su adopción y ejecución, desconocían su existencia o, conociéndola, hicieron todo lo conveniente para evitar el daño o, al menos, se opusieren expresamente a aquél.




Hoy me he levantado con ganas de hablar de un tema que me veo venir, así que he buscado los artículos de la ley que lo ilustran para que quede clarito, y después aquellos que están empeñados en correr un tupido velo, que hagan lo que quieran, porque lo van a hacer de todas formas.

Me estaba yo preguntando qué va a ocurrir el próximo sábado día 25 en los juzgados de Palma. Lo imagino. Que unas facturas por importe de unos 69.000€ que en un primer momento se dieron por falsas, se dijo posteriormente que no lo eran, y por lo tanto son deducibles, y por lo tanto no forman parte del montante de otras que sí lo son (falsas), y por lo tanto ¡oh sorpresa!, no se supera la cifra de 120.000€ que constituye la línea para que un hecho de este tipo sea considerado delito fiscal. Y ¡¡¡ohhh soooorpresa!!!, qué suerte que por los pelillos esas facturas suman unos 69.000€, sino estamos jodidos. Menos mal que nos dimos cuenta a tiempo del error, ufffff.

No voy a profundizar más en este tema aunque la tentación es muy fuerte. Pero también me preguntaba. ¿Qué va a pasar a partir del momento en que se instaure la “doctrina Borbón”? Porque todos sabemos lo de moda que están ahora “las doctrinas”, y lo que ello supone. Así que no lo olvidemos: facturas “falsas” pero deducibles. Que cada uno piense lo que quiera y allá cada cual con su conciencia.

Pero no, es que el dedito se me va a las teclas, y cuando el plumero se ve tanto, pues eso, que se ve. 

Los errores existen. Sí, existen

Las equivocaciones existen. Sí, existen

Todos nos hemos equivocado alguna vez. Sí, todos

No pasa nada por equivocarse si se puede enmendar el error. No, no pasa nada

Las coincidencias existen. Sí, existen

Varias coincidencias existen. Sí, existen. Mmmmmm ¿varias?, no sé, ya me empiezo a mosquear

Conmigo nunca se han equivocado hasta el punto de adjudicarme la propiedad de 13 fincas por un error en la transcripción del DNI en la notaría, ni se han equivocado al darme por buenas unas facturas que antes eran malas. Incluso me atrevo a decir que tampoco se han equivocado en este sentido con mi vecino, ni con la chica que me vende el pan, ni con el señor que cada día me cruzo corriendo en el parque, ni con quien pueda estar leyendo esto. Pero vamos, que los errores y las coincidencias existen, para muestra un botón.
Y nada, ahora que ya el dedo se ha quedado tranquilo, retomo lo que quería aclarar.

La Ley de Sociedades Anónimas, así como la Ley de Sociedades de Capital, en los artículos que he transcrito al inicio de este post, dicen claramente que: Los administradores responderán frente a la sociedad, frente a los accionistas y frente a los acreedores sociales del daño que causen por actos u omisiones contrarios a la ley o a los estatutos o por los realizados incumpliendo los deberes inherentes al desempeño del cargo.
Responderán solidariamente todos los miembros del órgano de administración que realizó el acto o adoptó el acuerdo lesivo
Es decir, los administradores (todos) son responsables por el hecho de ser administradores, y responderán de forma solidaria. En ningún momento se dice que si un administrador ocupa un peldaño destacado en la sociedad, es menos responsable. Todos lo son por igual, todos responden por igual. Y el hecho de no tener conocimientos contables o financieros, no exonera a ningún administrador de su responsabilidad, máxime cuando si no se tienen esos conocimientos, tampoco se tenían cuando se aceptó el cargo de administrador.
De hecho, en la mayor parte de las pequeñas empresas familiares, o incluso no familiares, alguno de los administradores lo está sin participar activamente en la administración de la sociedad. Pero cuando se firman las actas y las cuentas anuales, su firma aparece al final, donde pone “el administrador único” o “administrador solidario”, no lo olvidemos. Y si con posterioridad hay un problema que termina en un juzgado, no vale decir: mire señor juez, es que yo no entiendo de esto, yo solo firmaba donde me decían que tenía que firmar, donde estaba mi nombre.
Es cierto que hay una válvula de escape en la ley, pero ¡ojo!, no está para utilizarla a discreción. En concreto la ley dice:
Todos los miembros del órgano de administración que hubiera adoptado el acuerdo o realizado el acto lesivo responderán solidariamente, salvo los que prueben que, no habiendo intervenido en su adopción y ejecución, desconocían su existencia o, conociéndola, hicieron todo lo conveniente para evitar el daño o, al menos, se opusieron expresamente a aquél.
Si un miembro del consejo de administración prueba que no ha intervenido en la adopción y ejecución de determinados actos, o que desconocía su existencia, no se le puede responsabilizar. Pero este desconocimiento tiene que probarse, y desde luego si un administrador firma unas actas o unas cuentas anuales sin poner ninguna objeción, CONOCE O SE PRESUPONE QUE CONOCE. A tiro hecho, cuando vienen los problemas, no se puede cambiar y donde firmé no quería firmar porque no sabía. 

La ley es la que es, nadie está obligado a ser administrador de una empresa, pero si lo es, la ley es clara. Y la ley es igual para todos. Eso es lo que debe defenderse por el bien de todos.