No sé cómo va a quedar definitivamente la ley del aborto que
el señor Gallardón nos ha impuesto con el argumento de ser la ley que “más y
mejor vela por los derechos y libertades de las mujeres”. Probablemente se
incluya el supuesto de malformación del feto, aunque imagino que con bastantes
limitaciones. Por lo demás, supongo que pocas o nulas modificaciones podremos
ver.
Yo, como mujer, puedo decir que lo que percibo es una pérdida
de mis derechos, y sobre todo una falta absoluta de libertad a la hora de poder
decidir.
Mire Sr. Gallardón y demás seguidores de su doctrina. La
libertad nunca se puede imponer, la libertad se ejerce. No se puede llamar
libertad al hecho de que otros decidan por una mujer lo que es mejor para ella
en una situación tan personal como es un embarazo. Nadie mejor que una mujer
sabe cuál es su situación, y las opciones de futuro que tiene para poder
afrontarla. Cuando una mujer toma la decisión de abortar, sabe muy bien lo que
está haciendo y porqué. Ustedes nunca podrán saber ese porqué, ni podrán
ponerse nunca en la situación por la que ella está pasando. Esa es siempre una
decisión muy difícil, y desde luego es siempre muy meditada (no subestimen a
ninguna mujer). Por eso, lo único que se puede esperar de un gobierno que dice
proteger a sus ciudadanos, es eso, protección. Protección para que las
decisiones tomadas con libertad, se puedan ejercer con unas garantías
sanitarias adecuadas. Negar esa libertad es condenar a las mujeres que por sus
circunstancias personales, no tienen o no pueden ir por otro camino, a la
clandestinidad y al desastre.
Ya sé que muchos de los que apoyan esta reforma dirán: nadie
te obliga a quedarte con ese hijo que no deseas, dalo en adopción. Sí, es
cierto que hay mujeres que lo hacen, pero no olvidemos una cosa. Tanto esa,
como la decisión de no continuar con el embarazo, son decisiones que la mujer
debe tomar libremente, y nunca le deben venir impuestas. Hay mujeres que
libremente han decidido tener a su hijo y darlo en adopción, y otras que han
decidido no seguir adelante. Los motivos por los que unas optan por una salida
y otras por otra, no podemos generalizarlos. Como ya he dicho, cada mujer tiene
sus circunstancias personales, y lo que para una puede ser bueno, no tiene
porqué serlo para otra.
Decir que con esta ley van a bajar las cifras de abortos es
negar la realidad, igual que decir que con ella va a mejorar la coyuntura
económica del país, es un despropósito. No mezclemos peras con manzanas. Lo que
hace falta es una buena política de educación sexual para los jóvenes, y a
partir de ahí libertad para elegir. Siempre va a haber mujeres que decidan
interrumpir su embarazo (por las razones que solo ellas saben, por razones
únicas y diferentes para cada una de ellas), y lo harán con ley o sin ley. De
forma que al menos protejámoslas, las mujeres también tenemos derecho.
Pero todavía le digo más Sr. Gallardón. De la misma forma que
cuando una mujer toma esta difícil decisión, seguirá adelante con ley o sin
ella; también es cierto que por el hecho de que haya una ley que respete los
derechos y la libertad de las mujeres, no habrá más número de abortos.
Le puedo decir, ya que parece que entiende tan poco a las
mujeres:
1.
Hay
mujeres que estando a favor del aborto, no optan por ejercerlo, y si en algún
momento se encuentran con un embarazo no esperado, tienen a su hijo. Esto
prueba que no por haber una ley abierta, hay más abortos.
2.
Lo
que ya he estado señalando reiteradamente. La mujer que toma la decisión de
abortar, seguirá adelante con ley o sin ella, porque solo ella sabe sus
circunstancias.
Esto prueba que una ley restrictiva
no evita los abortos.
Y ahora si me permite, quiero contarle una historia.
Una de mis mejores amigas no tenía hijos. Nunca había
encontrado una pareja lo suficientemente estable como para dar el paso de tener
un hijo en común. Esa pareja la encontró a los 42 años. En ese momento, y
debido a su edad, decidió que ya no los tendría (opción muy respetable por otro
lado). Ella y yo hablamos mucho. Ella es una persona progresista, y recuerdo
una conversación que tuvimos cuando estaba debatiéndose la ley actual que usted
ha derogado. Ella me decía que por supuesto estaba de acuerdo con una ley que
permitiera elegir libremente a cada mujer, y añadió algo más. Me dijo: todas
tenemos derecho a elegir si queremos o no parir ese hijo, aunque si a mí me
ocurriera, lo tendría.
Su padre estaba deseando tener una nieta, era su gran
ilusión, aunque se había resignado a no tenerla nunca. Un día mi amiga me llamó
para decirme que su padre había muerto de repente mientras dormía, por un
ataque al corazón, estaba destrozada. Estuve en el entierro y después pasé unas
semanas sin saber de ella. Vivimos en ciudades diferentes.
Dos meses después me llamó para darme una noticia, estaba
embarazada. No lo había buscado, tomaba precauciones como las había tomado
siempre, y nunca habían fallado. No se explicaba muy bien qué había fallado,
pero estaba embarazada. Le preocupaba su edad, tenía ya 45 años y sería su
primer hijo. Le pregunté qué iba a hacer, a su edad podía tener problemas. Me
respondió que ella siempre lo había dicho, que si alguna vez le ocurría, lo
tendría.
Hoy tiene una preciosa niña, coqueta y traviesa. Y ella, mi
amiga, es una de las mayores defensoras de una ley del aborto sin
restricciones. Porque ella, libremente, decidió tener a su hija, pero otras no
pueden y también tienen derecho a elegir libremente lo mejor para sus vidas.
Quería contarle esta historia, señor ministro, para
demostrarle que el ser una defensora de una ley del aborto, no significa ir
corriendo a abortar.